"¿Dónde podemos ir a tomar una copa?" Hay dudas para dar la respuesta sin temor a equivocarse con más o menos estrépito. Al final alguien emite el particular veredicto, dada la edad de los turistas que preguntan, ávidos de conocer la noche cacereña: "bueno, podéis ir a la zona de la calle Pizarro, que hay unos cuantos bares y pubs".

El día siguiente los turistas llegados desde Madrid no están demasiado contentos. Es Semana Santa en Cáceres y en la noche-madrugada del viernes apenas hay gente en los bares "pero nos lo pasamos bien. La zona es fantástica; además en plena parte antigua. Había un bar que tenía un club de fumadores donde se podía echar un pitillo", cuentan.

Ni las dudas emergían ni el temor a la equivocación ganaba. No hace muchos años, la división y los lugares donde se producían estaban claros, y las respuestas, también. ¿La crisis? ¿No se vende bien el producto? ¿Por qué esta dispersión tan preocupante y tan a la baja?

Los jóvenes y no tan jóvenes tenían plan: si era más o menos temprano --las diez de la noche, por ejemplo-- tocaba ir a la zona de la plaza Mayor. En los 80 y en los 90 y durante algunos años del inicio, el esquema era el siguiente: ir a la plaza y de ahí dos opciones: o La Madrila o Pizarro.

La plaza siempre ha tenido un encanto especial para salir de noche. Con o sin botellón, los establecimientos de la muy bien llamada 'calle de los bares' (General Ezponda) han tenido un sabor diferente a los de cualquier otro en la ciudad. Lejos quedan ya los tiempos en los que aquello parecía la Gran Vía madrileña en hora punta, en los que era complicado dar un paso y te encontrabas con serias dificultades para tomarte algo. Hoy eso ya no pasa, desgraciadamente, y varios de los negocios de hostelería han cerrado o se han reconvertido. Aún así, las terrazas han ganado protagonismo, pero ya es otro perfil de cliente.

Pasear por la plaza Mayor el sábado --el día que el tiempo respetó a la Semana Santa-- fue asistir a un espectáculo precioso: las terrazas atestadas de gente y movimiento en las taperías y bares de la zona. También en la parte antigua había muchos turistas disfrutando del entorno y de las procesiones. Pero esto ya no es lo que era. Son nuevos tiempos.

Hace justamente tres semanas, Ana B. Carretero , entre otras cosas columnista de este diario, protagonizaba un monólogo muy currado en el Gran Café. Acuñaba el polifacético personaje, no sin ingenio y gracejo, un término peculiar: 'matovi'. Curiosa palabra, derivación de la ya casi universal 'catovi'. Esto es, ella, como otros muchos, de su generación y de otras anteriores, es de 'la Madrila de toda la vida'.

Con los nuevos horarios, el escenario de La Madrila también ha sufrido una evolución (en algunos casos involución) que ha separado definitivamente aquello de 'La Madrila Baja' (para algunos 'El Hoyo') y 'La Madrila Alta'. En el primer caso, los clientes han sido tradicionalmente gente de una mayor edad, en distintas escalas en función del establecimiento hostelero.

En el segundo, siempre más universalizado en cuanto al perfil, ha estado más relacionado con una mayor juventud y un horario más prolongable en la noche. No se entra aquí en el debate sobre el cierre de los locales y el horario que tanta polémica ha suscitado desde tiempos inmemoriales, no de ahora precisamente.

En fin. Ocio diurno-nocturno hostelero en Cáceres. Esos pretendidos análisis sesudos sobre cómo equilibrarlo para que Cáceres no pierda ese encanto que, sobre todo de noche, tradicionalmente ha tenido y seguro que seguirá teniendo. Cáceres, la sempiterna cultura del ocio mal y bien entendido, pero siempre dispersa.