Nos educaron para estudiar una carrera. Mi niño no puede ser mecánico, ni panadero. Un horror sería que fuera electricista... Estudiar una carrera en la universidad, claro, en el olimpo, que la FP estaba tan mal vista que a ella solo acudían los torpes. Pobre sociedad, que crea brillantes currículums sin experiencia, títulos para que tu madre los cuelgue en la pared con una alcayata que acabará oxidándose. Algo hay que cambiar, lo dicen los expertos, lo advierten las estadísticas, pero nosotros, ni caso. Aún hay hueco para la esperanza, lo volvió a abrir ayer la Fundación Princesa de Girona que con su ‘Rescatadores de talento’ finalizaba su periplo de dos días en la capital cacereña, un viaje que comenzó el miércoles en el Complejo Cultural San Francisco con la proclamación de su Premio Social 2019 en presencia de la Reina Letizia.

‘Rescatadores de talento’ es una plataforma que promueve y facilita la empleabilidad a partir de ayudas a la movilidad, servicios de mentoring, formación y bolsa de trabajo, entre otras acciones, que cuenta ya con cerca de 4.000 jóvenes inscritos. El proyecto se presentó en el Salón de Grado de la Facultad de Empresa de la Universidad de Extremadura, una antigua capilla reconvertida en cuna del saber.

Hasta allí acudieron numerosos jóvenes para que la directora general de la Fundación Princesa de Girona, Mónica Margarit, les explicara de qué iba aquello. Ella les indicó los pasos previos que debían realizar para formar parte de este programa, que cuenta con ayudas de 4.000 euros para desplazamientos y con sueldos dignos para quienes logren un empleo durante un año en cualquiera de las empresas adscritas al programa. Durante su intervención la pantalla visiona un pequeño documental. En él, una joven, harta de hacer encuestas por la calle a cambio de emonumentos miserables, clama: «No necesito ánimos, necesito que me necesiten». Los que opten al proyecto deben ser jóvenes en el paro o subempleados (sí, esos bioquímicos que están como repartidores de pizzas), han de tener menos de 30 años, superar un test, una prueba... Nada es imposible si le ponemos pasión.

En el estrado ya está Sandra Medina Gil. Qué mejor para entender todo esto que alguien que lo haya vivido en primera persona. Es de Plasencia y actualmente trabaja en el departamento de Selección y Desarrollo de Recursos Humanos de Enagas en Madrid, empresa del patronato.

Antes de todo esto, Sandra estudió Psicología en Salamanca y luego hizo un master. Después de siete años y medio volvió a casa de sus padres y se enfrentó a esa realidad que no te enseñan en la facultad. «Te preguntas, ¿y ahora, qué?». Permaneció un año en la búsqueda activa de empleo. Empezó a formarse en inglés. No salía nada. Entonces se abrió a todo tipo de ofertas y lugares, en Madrid, en Barcelona, en Andalucía... Consiguió trabajo en un almacén de una marca de deportes; trabajaba de mañana, tarde y noche, primero fueron dos meses en la campaña de Navidad, luego se amplió a seis meses. Aprendió lo que es la competencia para obtener resultados, el sacrificio.

Posteriormente se matriculó en otro master, esta vez de Recursos Humanos (le gustó la alternativa). Pasaron dos años, tenía 27. Volvió a dudar. Volvió a buscar empleo, estaba estancada personal y profesionalmente. Sin el inglés no vas a ningún sitio; ella se fue a Irlanda como au-pair. Conoció a gente, se enfrentó a la soledad de no conocer un idioma. A su vuelta llegó el milagro: la Fundación Princesa de Girona. Le dieron la oportunidad, esa que demuestra que hay maneras de que la alcayata de tu título no termine oxidada en la blanca pared del salón de la casa de tu madre.