Volviendo sobre nuestros pasos, e intentando evitar los rigores del calor de este verano que se empeña en prolongarse, nos encaminamos hacia la Fundación Valhondo, hoy dependencias municipales, antes Facultad de Filosofía y Letras y, en el fondo, sanatorio que nunca lo fue. En el lugar comprendido entre este edificio y el Seminario Nuevo, construido en el pontificado de Llopis Iborra, obra de García de la Rasilla de 1954, se situó, según algunos autores, uno de los campamentos romanos que circundaron Norba Caesarina.

Muchos recordarán los restos que aquí se hallaron hace algunas décadas, y que dejaron al descubierto unos mosaicos, pertenecientes a una villa suburbana romana. Puede ser que éste sea el emplazamiento de Castra Caecilia, fundado en la década de los setenta del primer siglo antes de Cristo por Quinto Cecilio Metelo, enviado de Sila para combatir al rebelde Sertorio. Otros autores indican que Castra Caecilia estuviera en lo que hoy es el recinto intramuros, y que la colonia Norba Caesarina se fundara sobre él.

En verdad, tenemos más datos epigráficos acerca del campamento que de la propia colonia y, lo cierto es que el nombre que perduró en los siglos fue el del primero. Del ablativo Castris tomaron los árabes el nombre con que bautizaron a este lugar (por entonces, probablemente unas murallas ruinosas con un pequeño arrabal) y lo bautizaron como Qazris, castellanizado en Cáceres por los cristianos.

Nos enfilamos por la carretera de los Cuatro Lugares buscando la ubicación (ésta sí, precisa) de otro de los campamentos. Aprovechamos el viaje para recordar que hubo un tercero, Castra Licinia, fundado entre el 97 y el 92 antes de Cristo por Publio Licinio Craso, del que prácticamente nada se sabe. Hay quien indica que se pudo situar en torno a San Francisco, aunque lo probable es que estuviera más alejado.

Poco después de salir del núcleo urbano de Cáceres y, girando a la izquierda, tomamos un camino (debidamente señalado) que nos conduce a Cáceres el Viejo. Aquí se alzó Castra Servilia (aunque algunos autores la identifican como Castra Caecilia), el campamento que fundó Cneo Servilio Escipión en torno al 139 antes de Cristo, como resultado de la rebelión de Viriato (cuya primera noticia nos la da Apiano en el 147 antes de nuestra Era) y la urgente necesidad de pacificación de estas tierras.

Este Servilio fue quien, aprovechando una antiquísima ruta tartéssica, abriría un camino de comunicación entre el Tajo y el Guadiana que se acabaría convirtiendo en la Vía Lata, cuyo nombre actual procede del árabe b´lata (camino, calzada).

El campamento (que posee un moderno centro de interpretación de esos que nunca nadie visita), fue excavado por Sculten en 1910 y tiene una superficie de unas veinticinco hectáreas, tres veces mayor que el recinto de intramuros, para hacernos una idea. Posee planta cuadrangular y cuatro puertas dispuestas hacia los puntos cardinales: las Portae Principalis Sinistra, Principalis Dextra, Praetoria y Decumana, de las que salían dos arteria principales, la Via Principalis y la Via Decumana, que confluían en el Praetorio, lugar en el que se situaba el mando. Existía otra calle, la Via Quintana, situada en las inmediaciones de la Pricipalis, donde residían las tropas. Dos espacios más constituían el centro de la vida pública: el Quaestorio, donde se organizaba la tesorería y el culto, y el Forum, habilitado para las asambleas. Se protegía al exterior por dos muros pétreos, fuertemente guarnecidos por robustas torres y separados por dos fosos de notables dimensiones.

El sorteo de César

La importancia de estos dos campamentos se redobló cuando, a partir del año 61 antes de Cristo, César recibe por sorteo la Hispania Ulterior y ordena la bajada de los lusitanos de las tierras altas hacia los llanos, lo que, unido a la subida de impuestos tras las Guerras de Sertorio, iniciará nuevas revueltas. Tras la victoria de César sobre Pompeyo en la Guerra Civil, aquél entregará a Casio Longino el gobierno de la Hispania Ulterior y utilizará Castra Servilia y Castra Caecilia como base de los ejércitos imperiales. Pero la nefasta gestión de Longino obligará a César a intervenir, dando fin definitivo a los levantamientos indígenas en la zona.

Las poblaciones de ambos campamentos y elementos indígenas romanizados serían la base con la que se poblaría la flamante Colonia Norbensis Caesarina a partir de su fundación por Cayo Norbano Flacco, entre los años 34 y 36 antes de Cristo, pero ésa ya es otra historia. Comienza a caer el sol, miro hacia Cáceres y la veo al fondo, con sus altas torres, recortadas en el cielo, que parecen desafiar los siglos por venir. Sin embargo, hace dos mil doscientos años otras torres se alzaron aquí, hoy reducidas a cimientos. De repente, suena el teléfono: un sms. Lo leo y me hace olvidar mi ruinosa meditación: la eternidad es efímera, pero lo efímero, también puede ser eterno. Me temo que, por hoy, les dejo.