No se trata de un cuento de hadas, es alguien más simple, aunque no por ello menos misterioso. Cuando el otoño entristece el campo, llegan a la región las primeras becadas, aves de curioso aspecto: pico largo, ojos grandes, oscuros, y plumas del color de las hojas muertas con pequeñas plumas blancas al final de la cola. Vienen de muy lejos: Rusia, Centro Europa. Buscarán las umbrías frescas y húmedas donde hincando su largo pico en la tierra se nutrirán de lombrices y otros invertebrados, al anochecer volarán a las praderas para seguir alimentándose.

Nunca fueron abundantes en Extremadura, en realidad, su población aquí se puede considerar estable. Antaño, salvo excepciones, podían adornar la percha de un cazador si casualmente se levantaban cuando perseguía otras especies cinegéticas. Hoy la chocha perdiz está de moda, en el norte de España hay una afición impresionante, se las caza con verdadero fervor, proceden a su radio-marcage, los cazadores llevan un cuaderno para controlar los ejemplares que pueden abatir.

En nuestra tierra, cuando el otoño es lluvioso, siempre ocultas en el suelo del monte espeso nos sorprenden al salir con su aleteo ruidoso y zigzagueante. La pitorra es un manjar culinario, bien preparadas, para mí, junto con la tórtola es la pieza de caza más rica.

Este año en la orden de vedas se ha prorrogado su caza hasta el veintisiete de enero, no soy muy partidario de las prórrogas de las especies migratorias, pues lo normal es que perjudiquen, a veces gravemente a las especies. También se ha celebrado un campeonato de caza de becadas, qué manía, si la caza no es un deporte, qué sentido tiene matar más en menos tiempo ¿es esto caza sostenible? Sería mejor hacer exhibiciones de caza de arceas con perros de muestra, sin muerte. Acudiría todo tipo de público y podrían entender in situ el por qué de la afición, de la pasión por la caza.

En los cotos donde yo cazo, se cerró la veda el día de Reyes. Seguimos saliendo al campo y disfrutamos cuando arrancan entre el monte con su vuelo ondulante para posarse unas decenas de metros más adelante. Seguirán con nosotros hasta finales de febrero, cuando ahítas de grasa retornarán poco a poco a sus lugares de nidificación. El próximo año, si llueve, nuestros campos acogerán cálidamente a la dama del bosque.