Mariano Navareño es el vecino número 41 del edificio Norba, aunque fue el primero en llegar. De hecho, lo hizo antes incluso de que el edificio ocupara el número 11 de la avenida de España --cuando aún estaba el cine Norba-- y se quedó. "Vine a desmontar las calderas del cine y después me llamaron para instalar de calefacción del edificio", explicaba ayer recordando la primera vez que entró allí, como técnico de calefacción. Entonces no sabía que el resto de su vida laboral la pasaría en ese inmueble, ni que se convertiría en el decano de las porterías cacereñas.

"Tengo una lesión en la espalda desde niño por una caída", advertía. Y el problema, con las calderas se agudizaba. Por eso, a finales de los sesenta ya sabía que tendría que buscar otra actividad y le hablaron de la portería del nuevo edificio de la avenida de España. No lo pensó. "Hablé con don Juan Pérez, dueño del entonces cine Norba, y me aceptaron como portero", recordaba.

Como en casa

Era el 14 de noviembre de 1970. Ayer, 5 de mayo de 2008, la comunidad del edificio Norba le homenajeó con una comida en el restaurante Mixtura Brasileira por sus 38 años ocupándose y preocupándose de cada detalle del inmueble como si fueran los de su propia casa.

"En ese tiempo el edificio ha cambiado mucho, sobre todo en el exterior", señalaba. Allí los negocios han ido sucediendo a las pequeñas tiendas de los setenta, hasta conformar el paisaje actual. "Dentro todo está tal y como llegué, incluidos la mayoría de los vecinos, que siguen residiendo allí", explicaba.

Aunque permanecerá ahí hasta el verano, ayer, en el ensayo de su despedida, ya se emocionaba al hablar del adiós y rescatar una de las miles de pequeñas historias que guarda en su memoria. "Es que aquí siempre, pasa algo o siempre hay algo que hacer, alguna reforma pendiente o algún inquilino nuevo". Y recordaba un detalle en las Navidades del año 1970. "Uno de los vecinos vino a traerme una tarta para felicitarme las fiestas". Ese vecino es Juan Manuel García, el primer inquilino del edificio y uno de los 40 comensales que ayer le acompañaron en este homenaje. Y el gesto, lejos de perderse en el olvido, se ha ido repitiendo cada año. "Y cada año tendrá esa tarta, pero tiene que venir a vernos", explicaba.

Que volverá era algo que ya dejaba claro ayer, casi dos meses antes de cambiar su piso en el Norba por una unifamiliar en Montesol. "Vendré por entretenerme y para hacer chapucillas", decía.

Los vecinos

"Es una persona extraordinaria, dispuesto y un manitas ya sea con los problemas de la comunidad o de un vecino, y ya sea de electricidad, de fontanería o de una persiana", destacaba la presidenta de la comunidad, Ana Ollero. "¿Sabe un secreto?", interrumpía Juan Manuel García: "En su mesa de la portería siempre hay un libro".

Y en su portería seguía ayer por la tarde Mariano --como, todos le conocen-- con su mono azul y su libro en la mesa. Agotando sus últimos días en el oficio.