Hace algunos años, un grupo de amigos se dirigía a Segovia en una furgoneta para participar en una competición de uno de sus entretenimientos favoritos. Los paró la Guardia Civil y, en el vehículo, portaban réplicas casi exactas de armamento militar. Tan exactas que costaba diferenciarlas de las originales. También uniformes y diferente material bélico. La Guardia Civil, que ya estaba avisada, paró a la comitiva en medio de la carretera. Pero no para detenerles o llevarlos ante un juez. Sino por mera curiosidad. «Sabían que un equipo de ‘Airsoft’ cacereño se dirigía a la ciudad y sólo nos dieron el alto por curiosidad. Para ver las armas», cuenta Javier Granado, Turuta, uno de los precursores de esta modalidad en la ciudad.

El Airsoft es un juego que mezcla deporte, la cultura militar, la estrategia y la simulación. Nació en Japón como respuesta a sus restrictivas normas para poseer armas y España cuenta ya con más de 20.000 licencias. Sus practicantes se suelen dividir en dos equipos, aunque hay varias modalidades, y se disparan bolas de plástico. Si alguna te da, estás muerto. O eliminado. Y no resulta extraño que la anécdota antes referida se repita entre los aficionados a la modalidad. Cáceres cuenta con dos asociaciones. La más antigua y pionera, ‘Airsoft Cáceres’, que lleva 10 años al pie del cañón, y ‘De Opresso Liber’, surgida a raíz de la primera, menos numerosa y más preocupada por una recreación exacta.

«En el 2005 no había nada. Empezamos de forma muy básica, con réplicas muy baratitas y en chandal», recuerda Turuta, uno de los tres fundadores de Airsoft Cáceres. Pero, poco a poco, evolucionaron. Consiguieron que el Ayuntamiento de Malpartida les cediera un terreno, donde, incluso a día de hoy, preparan las batallas. «Comenzamos a informarnos por Internet. A mí me llamaba la atención el tema de disparar, pero con la caza me entra mala conciencia», bromea Turuta, quien explica la evolución. «Ves que un compañero se compra una réplica mejor que la tuya, y en seguida te quiere poner al nivel...».

Y de las réplicas cada vez más exactas, los uniformes de camuflaje e incluso los vehículos a la recreación más minuciosa solo hay un paso. Lo dieron varios componentes de la primera asociación al crear De Opresso Liber. Reproducen a los ‘Boinas Verdes’ americanos. Más concretamente, la equipación que éstos llevan en Afganistán. Y, ante tanto realismo, la máxima discreción. «Cuando no jugamos, nos tenemos que atener a la legislación. Las armas están reglamentadas como de cuarta categoría y tienen un nombre oficial: Armas Lúdico Deportivas», explica Guillermo Hurtado, fundador y presidente de este último colectivo. «Las registramos en los ayuntamientos y, cuando vamos a una partida, hay que llevarlas sin baterías -la mayoría son eléctricas- y desprovistas de todo elemento que las hagan funcionar», indica.

«Lo primer que digo es que, para jugar, hay que tener un poquito de cabeza. Hay que tener cuidado. Estamos usando armas que parecen de verdad», afirma Melchor Carballo, secretario y fundador, igualmente, de De Opresso Liber. También profundiza en los tipos de partidas que juegan en Malpartida (Carballo es miembro también de la primera asociación). «Las hay que son un mata-mata, un equipo contra otro y gana quien se quede vivo. También están las de conquistar un territorio o bandera», manifiesta. Y apostilla Hurtado. «Nos ceñimos a un código de Honestidad. No es como el paintball. Aquí, si te dan, tienes que levantar la mano y estás eliminado».

Por último, Carballo refiere otra de las anécdotas que son la tónica habitual entre los practicantes de Airsoft. «Un día, cuando nos estábamos cambiando en una nave abandonada en Mérida, vino una patrulla de Policía Nacional y, al vernos, con las armas y el uniforme, se echó la mano a la pistola. Uno de nosotros fue con un rifle y le dijo: ¡Que no, que son de mentira!».