Si alguien puede hablar de censura en este país es Lidia Falcón (Madrid, 1935). La escritora y periodista, precursora del movimiento feminista en España, volvió a recordar ayer cómo durante cuarenta años sus artículos en prensa y sus obras sufrieron recortes e incluso llegó a ser procesada y perseguida. En el 76 fundó junto a Carmen Alcalde la revista Vindicación feminista, con firmas como la de Carmen Sarmiento y Maruja Torres. En ese mismo año creó el colectivo feminista de Barcelona y un año más tarde la Organización feminista revolucionaria, germen del partido feminista.

Falcón fue ayer una de las ponentes en el congreso La censura cultural durante el Franquismo organizado por la facultad de Formación del Profesorado en el campus de la Universidad de Extremadura en Cáceres. La jornada contó con la presencia también del viñetista Andrés Rábago, conocido como El Roto, y con Víctor Márquez, redactor jefe de la revista Triunfo.

En declaraciones a este diario, la escritora sostiene que durante en el Franquismo «todo estaba vigilado y controlado». «Había que imaginar un país en el que el movimiento sindical, la intelectualidad, la ciencia y la investigación, el magisterio y movimientos políticos habían sido reprimidos ferozmente y en el que las facciones de derecha se apoderan de las instituciones culturales, eran los que dominaban el pensamiento», pone de manifiesto. Insiste en que este contexto también se traslada a la prensa y a la información e incide en que «lo que se publicaba pasaba por la censura». «Todas las noches los motoristas de los periódicos llevaban las galeradas a los censores, ellos lo leían todo y tachaban lo que no se podía publicar, luego se devolvía al periódico y se volvía a maquetar».

Insiste en que temas como la igualdad de los derechos de la mujer, el divorcio o el aborto eran «perseguidos» y «vetados». «Hubo también censura moral y social y sobre todo contra las mujeres, el feminismo es el más transgresor de todos los movimientos, entonces era una palabra imposible de pronunciar», sostiene. «En realidad también lo era también hasta hace poco», apostilla. En ese sentido, rememora su experiencia personal y recuerda un artículo por el que llegó a pagar 400.000 pesetas de la época de multa o hace mención a los libros que escribió cuando estaba en prisión. «Cuando estábamos en la cárcel sacábamos escondidas las hojas en las bolsas que traían comida y ropa, descosías las bolsas, metías las páginas y las volvías a coser, te pasabas la noche haciendo esto».

Asegura, sin embargo, que esa censura también trascendió a la época de Franco. «Cuando ya se cree que hay democracia y creamos el partido feminista en el 1979 nos censuraron las tesis y no hablábamos de terrorismo sino de la emancipación de la mujer», expone. Aunque reconoce que ha habido un avance en cuanto a las libertades colectivas, reflexiona sobre las carencias del sistema actual. «Ahora también tenemos agujeros negros en lo que debería la libertad de expresión, han procesado a alguien por un tuit sobre Carrero Blanco o a un rapero por una canción».

En cualquier caso, Falcón es tajante sobre el tema. «He vivido tantas censuras que no censuraré a nadie en lo que diga sino en lo que haga, no censuraré a nadie porque no quiero que me censuren a mí». «Me gustaría propagar discurso del odio al machismo, del odio al fascismo y del odio al odio, pero no nos podemos quedar ahí, hemos de cambiar la sociedad, si queremos avanzar que la libertad de expresión tiene que ser incondicional», concluye.