Ya casi no recuerdo cuándo me lo contaron, porque entonces yo era muy pequeño y aún duraba la desdichada guerra civil entre los españoles. Pero, me narraron que, al inclinarme mi “madrina” sobre la pila del bautismo, el celebrante se humedeció los dedos con saliva y los introdujo suavemente en mis oídos, y poniéndolos también sobre los párpados, dijo en voz alta: «¡Ephettah ¡», que en arameo quiere decir: «¡Ábrete!», «¡Escucha!», «¡Mira!».

Lo que -según el Evangelio- ordenó Jesús de Nazareth a un hebreo mudo, ciego y sordo que le acercaron en el camino de Bettania para que le sanase. Aquel buen vagabundo obedeció de inmediato al «Mesias». Yo todavía tardé bastantes años en acatar lo que me mandó el párroco, y no sé si lo he conseguido.

No se indica en el pasaje evangélico qué vio, oyó y dijo el buen ciego de Bettania; ni si le gustó el mundo que se le abrió entonces. Pero, cuando yo empecé a darme cuenta, a través de mis humildes sentidos, de lo que había a mi alrededor -odio, insolidaridad, miseria y fanatismo- no me sentí especialmente contento del recibimiento de mis compatriotas ni de lo que me esperaba en aquel futuro recién estrenado.

Los españoles de entonces se bautizaban todos. Era obligatorio por ley, y la «Fé de bautismo”»era un documento imprescindible para poder vivir en aquella España «nacional católica». Por tanto todos recibieron el mismo mandato encima de la pila de bautismo: «¡Ephettah!» Pero muy pocos debieron hacer caso. Sus ojos, sus oídos y su inteligencia siguieron cerrados y acartonados 40 años.

Y -a pesar de los cambios- lo sigue estando la sensibilidad de sus descendientes; pues apenas algunos han sido capaces de abrir sus sentidos y sus ideas. Cambiar sus costumbres y preferencias; escoger con mayor acierto a la hora de elegir a sus delegados para que los representen en los órganos democráticos, de los que van a salir leyes justas, derechos iguales para todos, servicios públicos que los faciliten la vida en común; y ejemplos de honradez y justicia en la administración de los recursos económicos que todos aportamos.

«¡Ephettah!». ¡ Mira y analiza el paisaje que te rodea antes de decidir tus preferencias ¡. No basta con acatar la tradición familiar de los abuelos y de los padres para seguir votando a los de siempre; a la «gente de orden» que cuenta con experiencia porque ha gobernado según sus propios intereses; según sus propias creencias y según la opinión de sus “clientes” y amigos, para “partir y repartir” - que es lo que han hecho durante décadas - quedándose con la mejor parte”.

En esta época tenemos, además, la ventaja de que solo hay que abrir cualquier periódico - incluso los que se dedican a la difamación y a la tergiversación, ¡ Que los hay ¡ -; escuchar un rato cualquier “tertulia” de las que “chillan” y “discuten” en todas las cadena de TV, o sintonizar cualquier emisora de “radioconfusión” conservadora, para comprobar los cientos y cientos de “gentes de orden” que están procesados ante las Audiencias y Tribunales de toda España, por delitos de malversación y cohecho, cuando estaban al frente de los organismos institucionales.