Los grafitis y pintadas son un quebradero de cabeza para muchas comunidades de vecinos en la ciudad. Cualquier material (esprays, rotuladores y un sin fin de pinturas, entre otros productos) es bueno para ensuciar la fachada de un edificio, y la sede de la Asociación Española Contra el Cáncer en Cáceres es el mejor ejemplo.

«Vamos a tener que pintar las paredes del inmueble a principios de agosto», asegura a este diario Ignacio Lucero, gerente de la entidad, para atajar esta problemática, aunque, destaca «tener miedo a que en un futuro le vuelvan a grafitear y firmar los muros de la fachada».

«A 2 euros el bote de espray, es difícil acabar con esta lacra», confiesa un vecino que no quiere dar su apellido por miedo a represalias, más hacia su propiedad (vivienda) que contra su persona. Se vuelve de camino a casa sin haber encontrado una palabra que no sea malsonante para definir a los autores.

El residente insiste en que «pese al mal estado y aspecto del edificio de la Asociación Contra el Cáncer, el resto de la calle León Leal se encuentra en las mismas circustancias y hacen del barrio -dice- un lugar un poco triste».