Una de las ventajas que ha tenido el tren ha consistido en que sus estaciones están en la mayoría de los casos incardinadas en la vida de la ciudad y siempre han sido accesibles a pie para gran parte de los viajeros.

Por otro lado, muchas estaciones actuales están concebidas también como centros comerciales, lugares de reunión, salas de arte y pueden prestar otros muchos servicios a los ciudadanos.

Hoy mismo, incluso las de los nuevos trazados, como el AVE, están situadas cerca del centro urbano de las ciudades.

Un ejemplo puede encontrarse en Córdoba, capital en la que el soterramiento de las vías a su paso por gran parte de la ciudad ha permitido diseñar una gran avenida con un ejemplar paseo, aparcamientos y centros de ocio que sirve de engarce entre los barrios de la ciudad.

De manera que la estación y los viales no han significado en ningún caso un corsé, ni han cercenado las posibilidades urbanísticas, sino todo lo contrario. Y si eso sucede en otros lugares no hay razón para que aquí, en Cáceres, nos hagan otra cosa que a lo mejor nos perjudica.

En nuestra ciudad la estación de tren aisla a una parte de los ciudadanos, Aldea Moret, no por ella misma ni por el trazado de las vías sino por la falta de un tratamiento especial a las vías y a la propia estación que tiene solución como la ha tenido en otras ciudades.

Probablemente esa solución estaría en marcha si la negociación con la compañía Renfe para recalificar sus terrenos hubiera sido menos entreguista y generosa.

Porque si un nuevo diseño de la estación reporta a Renfe considerables ganancias debido a las construcciones que en ella pueda levantar, parece oportuno exigirle una actuación que repercuta en el bien de Cáceres.

Y encima nos enteramos de que Renfe ni siquiera invierte en Extremadura lo que presupuesta. Que no es mucho, por cierto.

¿Quién debe diseñar la ciudad, Renfe o el ayuntamiento?