Son muchos los que, con mal disimulada sorna, al conocer la noticia de que la comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de Cáceres celebrada el día 22 para estudiar las alegaciones al PGM, había adoptado el acuerdo de aplazar la discusión de las operaciones de El Corte Inglés y de Proa, me han espetado que deberíamos estar henchidos de gozo por la igualdad en el tratamiento; a lo que yo, convencido, he replicado que, de ser el caso, los que deben sentirse orgullosos con la equiparación son los de los grandes almacenes.

La construcción de un nuevo centro de Proa, aunque sería más exacto decir su no construcción, es considerada por unos como un serial de sobremesa cutre y adormecedor, otros la tachan de proyecto ´margarita´ y no faltan los que proponen un cambio en la denominación del centro, Popa y no Proa por aquello de estar a la cola de las prioridades en el plan de mejora de las instalaciones educativas de la consejería.

A mi juicio, erró el PSOE en la promesa de su ubicación y luego ha carecido del coraje político necesario para, superando otras valoraciones, defender sus principios programáticos de calidad y equidad. Tiene en su debe, además, el haber generado innecesarios agravios comparativos.

La postura del PP no resulta chocante ya que es fiel reflejo de la dualidad a la que nos tiene acostumbrados; defiende lo blanco y lo negro al unísono sin sonrojarse. Se muestra favorable a la propuesta de la entidad en los órganos en los que tiene representación en Caja Extremadura, única institución que hasta la fecha se ha mostrado coherente, pero a renglón seguido se opone a la misma cuando se somete a estudio en la comisión local de Urbanismo que tuvo lugar el pasado diciembre.

La excusa declarada es la de estar en desacuerdo con la continuidad del nuevo centro en la barriada de Aldea Moret; la justificación podría parecer defendible de no ser porque la parcela rechazada es milimétricamente la que en su día, estando en el gobierno local, ofertó el Partido Popular para su construcción.

El posicionamiento de IU ha sido desde el principio el de oposición al traslado del centro del lugar que actualmente ocupa. Algunos de los motivos que dicen tener, como el de preservar la vegetación existente, podrían ser compartidos si se ajustaran a la realidad; pero lo que eufemísticamente denominan masa arbórea es, en su mayor parte, un conjunto de maleza y árboles viejos necesitados de ser sustituidos y que, en cualquier caso, tendrían que desaparecer para posibilitar la nueva edificación.

Lo realmente sorprendente en un colectivo que se autoproclama como único baluarte en la defensa de los principios de la izquierda, la llamada izquierda fina, es su oposición frontal a la recalificación de unos terrenos porque en una parte de ellos se pretenda construir viviendas sociales. Me surge la duda de si en lugar de viviendas de precio asequible a la clase trabajadora se levantaran chalets de lujo, manifestación externa del capitalismo, la saturación que denuncian resultaría para ellos menos agobiante.

¿Existe realmente Proa? Existir, existe, pero, a tenor de lo visto, su problemática ocupa un lugar muy relegado en la relación de preocupaciones del gobierno; se trata de un mero recurso para el debilitamiento en su estrategia de acoso y derribo del contrario para el PP y es utilizado como reclamo electoralista en Aldea Moret por parte de IU.

Evaluando su comportamiento en este tema, su falta de sensibilidad y el actuar movidos exclusivamente por intereses partidistas o personalistas, bien podría dictaminarse que, en la acción política, nuestros representantes municipales, y algunos autonómicos, son claro ejemplo de alumnos con necesidades educativas especiales.