Toda acción provoca una reacción de la misma intensidad, pero de signo contrario». Este axioma, que explica el avance de las ciencias y del pensamiento humano, en función de su desarrollo lineal, por el método dialéctico, ha surgido de la filosofía, en su aspiración a convertirse en ciencia o de la práctica política, en su aspiración a convertirse en realidad social y económica para el dominio de los pueblos por parte de las minorías. O también de las «castas» dominantes, de las que nunca nos hemos zafado del todo, aún disfrazándolas de monarquías, repúblicas o cualquier otra forma de Estado, en las que unos pocos mandan y los demás obedecen y corren con los gastos.

En realidad, todos los países son «oligarquías», aunque se hagan llamar de diversas formas, en función de sus modos y métodos de ejercer el poder. Hay «oligarquías militares», a las que solemos llamar dictaduras, tiranías, etc. Las hay también «nobiliarias» o «aristocráticas», que suelen ser en las que dominan los privilegiados, que gozan de una legislación distinta a la de los demás. Oligarquías a las que denominamos «liberales», aunque no tengan nada que las vincule a la libertad de sus súbditos.

Hay, finalmente, las «oligarquías de élite» que se caracterizan por estar encabezadas por minorías muy selectas: «élites financieras»- las más poderosas y habituales -; que suelen emboscarse en los Consejos de Administración de Bancos o Corporaciones Industriales; «elites religiosas», amparadas por la Iglesia y definidas por sus dogmas y preceptos, muy estrictos e inflexibles, y «elites científicas» o de investigación, escondidas en «cenáculos» en los que se cuecen los misterios más insondables y secretos, referidos a la seguridad nacional, al desarrollo de guerras y conflictos en los límites del Mundo; o al triunfo de grandes proyectos empresariales «capitalistas», en los que sólo se mira cuántos serán los millones de clientes que aporten altos rendimientos a las empresas que lo sostengan. Y no cuántos serán los desgraciados que desaparezcan en el intento.

Las más atrevidas «teorías conspirativas» - o «planes apocalípticos» - que siempre existieron en nuestra Historia pasada, ya apuntaban hacia una trama universal con contubernios internacionales destinados a destruir nuestra cultura y nuestra civilización universal, mediante procesos ultrasecretos, que se cocían en la sombra.Acusando ahora a la reciente epidemia del «coronavirus» como un plan diabólico de las potencias «capitalistas» occidentales - USA y el Reino Unido - para destruir el sistema económico comunista - mantenido por la China continental - y triunfante ahora mismo en el panorama de desarrollo universal, hacia una economía globalizada de ámbito universal.

¡Si fuera así, la conspiración ha fallado! La pandemia «COVID 19» ha desbordado a la República Popular China y lo que está amenazando es el nivel de rentabilidad de las bolsas de valores con una bajada inusual de las cotizaciones anuales de cada acción. ¡Ahí es nada! La vuelta de los métodos radicales comunistas: represión, incautación de todos los bienes y estilos de vida en función de la seguridad nacional, las medidas tajantes que derivan en supresión de libertades personales, derechos humanos y protestas controladas, han fracasado en todos sus puntos, y el «laboratorio» chino ha quedado desprestigiado: En el espacio político del «Maoismo» ha sido donde hay más enfermos del «coronavirus», donde han muerto más personas - que ya estaban muy enfermas de otras patologías - y donde más se han hundido los valores económicos de las empresas. La ética «comunista» ha quedado por los suelos, y el «capitalismo» muy tocado.

Volvamos a los viejos laboratorios de matraces y retortas y dejemos los análisis sociales o «sociopolíticos» para que los hagan los «encuestadores», «estadísticos» y tertulianos de TV, que son los que entienden de esto.