La ciudad de Cáceres ha dicho adiós a otro de los grandes. Los buenos se van; y en este caso no es una frase hecha porque Elpidio Bernáldez era bueno en toda la extensión de la palabra. Bueno, así, escrito con todas sus letras, pronunciado con toda la decencia. Es difícil que cuando alguien se va todo el mundo diga: "Qué buena persona era". En el caso del rey de la alta costura cacereña hay unanimidad.

La historia vital de Elpidio comienza cuando Heliodoro Bernáldez Rubio se casó en Piedras Albas con Mercedes Solano Claver, localidad cacereña de la que ambos eran oriundos. Un buen día decidieron emigrar a la capital, a la que llegaron ya con tres hijos: Petri, Pedro y Mariano. Se instalaron en el número 26 de la calle Parras, donde nacerían los otros cuatro hijos que conformarían su vasta prole: Elpidio, Heliodoro, Juan José y Leocadio (conocido por todos como Leo). Era muy bonita aquella casa en la que los Bernáldez vivían: una finca de tres plantas, con una entrada que tenía un pozo muy grande del que emanaba un agua tan fina que era lugar de peregrinaje de todo el vecindario.

Los Bernáldez ocupaban el piso Principal, porque en el Bajo vivía Baldomero Luengo , que era fontanero, y en el Segundo, Victoriano García Laboral, que tuvo negocios y una única hija llamada Manolita. La casa de Heliodoro disponía, a mano derecha, de dos hermosas habitaciones con balcones y vistas a la calle, tres dormitorios, un comedor y una cocina que daba a un patio con unas escaleras donde se repartían carbones y trasteros.

Tras varios empleos, Heliodoro logró colocarse como portero en el hospital Virgen de la Montaña, perteneciente a la Diputación Provincial de Cáceres, en cuyo mismo departamento también trabajaba Lucio . Esporádicamente, en ferias y cuando recalaban en Cáceres compañías de teatro y zarzuela en el Gran Teatro, Mercedes, la mujer de Heliodoro, abría su casa como pensión y hasta ella se desplazaban también muchos ganaderos y gentes del circo que acudían a la ciudad cuando llegaban las ferias.

La calle Parras era entonces un lugar plagado de niños. Estaban los hijos de la familia Guerrero , que el padre tuvo el célebre Casa Juan, había una churrería, que llevaba el señor Higinio , que tenía lo menos siete hijos, y frente a la casa de los Bernáldez se encontraba la de la familia de Gabino Díez . Igualmente residían en el barrio los Pantoja y los Sánchez Cáceres, así que desde las traseras del Hotel Alvarez hasta la calle San José aquello era un vespertino jolgorio de muchachos.

La familia

Los hijos de Heliodoro y Mercedes fueron encaminando sus vidas. Pedro se casó con Emlia Moreno . Trabajó primero como administrativo en la diputación y luego se hizo guardia de Tráfico. Fueron padres de cinco hijos: Pedro Luis, Ana Mari, Angelines, Fausto y Juan José.

Petri, que era soltera, trabajó como administrativo en el departamento de Obras Públicas de la diputación a las órdenes de Luis Canalejo. Mariano, otro de los hermanos, se casó con María Rosa Gómez Caro, que fue mayordoma del Cristo del Amor y cantaba muy bien las saetas. Mariano era contratista y tuvieron tres hijos, Mariano, María Rosa y José Anastasio. Otro de los Bernáldez era Heliodoro, casado con María del Prado Villa. Era pintor y fueron padres de dos hijos: Heliodoro y Ana Isabel .

Juan José fue un ATS de las primeras promociones de Cáceres, aunque ejerció poco su profesión porque se empleó como visitador médico hasta su jubilación. Se casó con María José Rodríguez y tuvieron tres hijos: Lourdes, Marcos y Montse .

Elpidio, sin duda uno de los nombres más conocidos de la familia Bernáldez, fue al Colegio de la Montaña, donde le dieron clases don Gabriel, don Florencio y don Isidro, aunque Bernáldez supo desde muy pequeño que su pasión irrefrenable por la aguja y el dedal le llevaría a convertirse con el tiempo en el rey de los modistos de Cáceres.

Fue así, dando rienda suelta a su verdadera vocación, como Elpidio, con tan solo 14 años, dejó el colegio y entró como aprendiz en la sastrería de Juan José Vinagre, que estaba en la calle San Antón, justo al lado de la que llevaba Orozco, que era otro sastre conocido en la ciudad. La de Vinagre era una sastrería de dos plantas. En la planta baja estaba la tienda, llena de paños y géneros de todo tipo, y arriba el taller, donde se hacían los trajes a medida. Ese taller estaba en una habitación muy amplia con dos balcones a San Antón y una sala de plancha con vistas a la calle Parras.

Al cabo de tres o cuatro años, un sastre con bastante predicamento en Cáceres, Víctor Guillén, contactó con Elpidio y lo contrató en su taller como oficial de Primera. El de Guillén estaba situado en los altos del restaurante El Figón, justo en el mismo edificio en el que vivía don Gabriel Marín, un célebre maestro de la ciudad.

La sastrería de Víctor Guillén disponía de una mesa de cortar, con sus géneros, su probador, y a continuación una habitación donde estaba el taller. Allí pasó buenos años Elpidio, años en los que ya había echado el ojo a la mujer de sus sueños, Eugenia Barrantes Manzano, hija de María y de Lázaro, que era factor de Renfe, vivían en Gómez Becerra y además de Eugenia tenían cinco hijos más: Víctor , representante de Comercio, que se casó con Fuencisla; Francisco, que trabajaba en Renfe y se casó con Ana Mari; Juliana, casada con Pepe , que estaba en Telefónica; Juan Francisco, representante de Comercio, y Felisa, que se ocupó del cuidado de sus padres.

Elpidio conoció a Eugenia cuando ella trabajaba en una sastrería que llevaba un señor llamado Manolo . Empezaron a hablar y un feliz 24 de julio de 1960 contrajeron matrimonio en la iglesia de San Juan Bautista. Lo celebraron en el Hotel Alvarez de la calle Moret y estuvieron de luna de miel en Madrid, Zaragoza y Barcelona.

Antes de casarse, Elpidio tenía ganas de cambiar el rumbo de su oficio, él ya se había iniciado con su hermana, a la que le gustaba mucho la costura, de manera que decidió dar el salto de la confección de hombre a la de mujer y así fue como a finales de la década de los 50 iniciaría en solitario una trayectoria que le catapultaría a la fama.

No tardó Elpidio en formarse en la Academia Madrid de la calle Montera ni en especializarse como modisto en la Academia Camps de las Ramblas de Barcelona, que era de las más prestigiosas de la época. Muy poco tiempo después, Bernáldez ya cosía a las señoras de la burguesía cacereña, que suspiraban por sus diseños...

Comenzó su trabajo en solitario en aquellas dos habitaciones de la casa de sus padres que tenían dos balcones con vistas a la calle Parras. Con su esposa vivía en en la primera planta de un edificio en Clavellinas, donde tiempo después montó un taller, hasta que en 1965 comenzó a ayudarle su hermano Leocadio, conocido por todos en Cáceres como Leo, y abrieron en San Pedro de Alcántara una de las boutiques más prestigiosas de toda la ciudad, en aquella calle donde había una tienda de decoración de Eusebio González (donde luego se establecería Galeri Art, que llevaba Narbón), estaba el chalet de los Acha y la casa de los Mendieta.

Elpidio y Mercedes tuvieron cuatro hijos: Mercedes , que falleció con 36 años, casada con Antonio Flores y padres de dos hijos: Cristina y Jorge ; Elpidio , que se casó con Sonia y tuvieron dos hijos: Sonia y Nicolás ; María Eugenia, casada con Félix Montero y padres de dos hijos: Raquel y Daniel, y José Manuel, que contrajo matrimonio con Marta y fueron padres de Pablo y Jimena .

Elpidio Bernáldez, caballero de la Real Asociación de Santa María de Guadalupe, cofundador de la Asociación Musical Cacereña de la que fue presidente durante 30 años, ha donado 4.000 páginas de periódicos y revistas al Museo Pedrilla, coleccionados a lo largo de 50 años y relacionados todos ellos con destacados personajes extremeños. Elpidio Bernáldez, hijo de Heliodoro y de Mercedes, aquel que, sin duda, supo hacer un arte de la aguja y el dedal y llevó el nombre de la alta costura cacereña a lo más alto. Esa noche nos ha dejado y mañana, a las 11.00 será su funeral en la capilla del tanatorio San Pedro de Alcántara. Su recuerdo quedará grabado para siempre en la historia contemporánea de Cáceres.