Concepción Ciborro Gutiérrez nació en la Casa de la Madre y vivió en el número 30 de la calle Margallo. Su padre, Marcelino Ciborro Duque, era funcionario de Telégrafos y trabajaba en Correos, que estuvo primero en Donoso Cortés hasta que se fue al Múltiples. Marcelino llevaba el servicio de telegramas y luego pasó a ventanilla, con los giros. La madre de Concepción, ama de casa, era Dolores Gutiérrez Macías, hermana de Valeriano Gutiérrez Macías, que fue vicepresidente de la diputación y primer teniente de alcalde.

En casa eran cinco hermanos y Concepción vivió una infancia muy feliz en aquel Margallo donde entonces abundaban los negocios, como el de Vicente de la Osa, que era dueño de un tinao , nombre popular que se le da a algunas cuadras. En realidad lo de Vicente de la Osa era un patio convertido en vaquería donde se vendía leche y al que los vecinos acudían a comprar por la mañana o por la tarde en un Cáceres donde no existía el frigorífico.

Otros negocios célebres fueron la Panadería Romero, de la familia de Chiqui Romero, (que también tenía, además de pan, vacas en el tinao de Vicente); la panadería La Madrileña, que seguramente se llamara así porque sus propietarios eran de Madrid; la frutería de los Campos (los de la autoescuela), la frutería de Julio Sánchez, y los ultramarinos del señor Cascos y la señora Ramona.

En Margallo vivían las Macedo, Pepi Suárez, que estuvo muchos años trabajando en la guardería del Paseo Alto, el señor Maxi, que tenía un recauchutado en la calle Clavellinas, la señora Rufina, que vendía el café cubano en porciones de papel de periódico a peseta, y el locutor de radio Cayetano Polo Polito.

Concepción estudió primero en la escuela de don Vicente Marrón, luego fue a Cristo Rey y después a las Normales. Doña Catalina le dio clase y doña Marina era la directora. A los 13 años le concedieron el certificado de estudios primarios, a los 16 entró en el Servicio Social y de ahí a los Coros y Danzas, donde estuvo siete años. Concepción fue una de las cacereñas que viajó a Méjico con los coros durante un mes: estuvieron en Oaxaca, México DF, Acapulco...

Concepción se casó con Francisco José Romero Barra, que vivía en la calle Valdés y que era hijo de Anastasio Romero y Marcela Barra Guerra. Anastasio trabajaba en Tabacalera, que entonces tenía un almacén en la calle Nueva, enfrente de la carbonería, desde el que se suministraba a todos los estancos de la ciudad. En la calle Valdés vivían el constructor Severiano Población y las hermanas Mari, Loren y Chari, que eran las de ´Charolines´, una tienda de ropa de señora con muchísima fama que estaba en la avenida Virgen de Guadalupe.

La escuela de doña Paula

Francisco estudió en la escuela de doña Paula y luego se fue al instituto El Brocense. Trabajó primero en la Gestoría Gesca, que estaba en San Juan y que llevaba Domínguez, y luego en Cristalería Cacereña, que era de José Juez y estaba por detrás del Hotel Extremadura. Cuando la empresa quebró, con tres socios más montaron un negocio de aluminios, Aluvica.

Concepción y Francisco tienen tres hijos: Francisco José, Rocío y Luis María. De novios paseaban por Pintores, iban al Capitol, a los Jueves de Féminas, al Clavero, al Lux y, cómo no, al bar de la Casa Sindical donde ponían unos bocadillos de calamares de morirse. También se estilaba el Gran Teatro, al que muchos cacereños conocían como Sage, al ser la Sociedad Anónima General de Espectáculos la que explotaba la sala. Igual que el Gran Teatro, que tenía un gallinero de madera, se conoció como Sage, Margallo se conoció como Moros, General Ezponda como Empedrada, Moret como Cortes o Llopis como El Carneril.

Cuando Concepción y Francisco se casaron vivieron en Margallo hasta que Correos hizo en el 36 de Hernán Cortés, donde estaba el chalet de los Barca, el edificio de Asepeyo, un bloque de siete plantas cuya construcción fue en su momento una novedad. En Hernán Cortés estaba la casa de los Sánchez, Baterías Tudor, Marcelino Sánchez, el de los coches, el bar Renault y la fábrica de escayolas.

Concepción siempre tuvo un sueño: trabajar fuera de casa. Así que cuando cumplió 46 años decidió montar su negocio, al que puso por nombre Roci, haciendo un juego de palabras con su apellido y el de su marido: Romero-Ciborro. Roci estaba en la calle Reyes Huertas, enfrente de Telefónica, donde Autos Herga. El negocio se dedicaba a la venta de libros, prensa y frutos secos. Lo empezó llevando a medias con su primo y luego se quedó ella sola con la tienda. Y entre sus clientes: profesores del Sagrado, empleados de Telefónica, el subdelegado del Gobierno, Fernando Solís o Segundo Píriz, rector de la Universidad de Extremadura.

En Reyes Huertas, en cuyo chaflán con Ronda del Carmen estuvo durante muchísimos años el taller de los Contiñas, se concentraban entonces numerosos negocios: la peluquería de Pepe, que lleva el hijo de Teresa la Navera, Raúl, de compraventa de coches de importación, la peluquería de Javier Mariscal, la cafetería San Siro, Mofesa...

Al llegar a la jubilación Roci, la tienda con la que Concepción cumplió su sueño, cerró, igual que antaño cerraron la vaquería de Vicente de la Osa, la tienda ´Charolines´, el ultramarinos de la señora Ramona... Negocios de aquel Cáceres con su viejo almacén de Tabacalera, con sus bocatas de calamares de la Casa Sindical, con sus Jueves de Féminas y su cafetería Lux que hoy nos retratan tal como fuimos.