Las viviendas cacereñas encogen, no tanto de espacio como de inquilinos. Así lo evidencia la Encuesta Continua de Hogares que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los últimos datos, correspondientes a 2018, ponen de manifiesto que en la provincia cacereña ya hay más hogares sin hijos (sean mayores o menores de edad) que con ellos. De hecho, la diferencia comienza a ser significativa. El porcentaje de domicilios en los que no hay niños o jóvenes conviviendo con sus padres ya supone el 50% de todos los registrados en la geografía cacereña, mientras que las casas con hijos se quedan en el 43,3%.

El panorama nacional apunta en la misma dirección, pero los porcentajes están más próximos. Así, de los 18,5 millones de hogares contabilizados por el INE, un 44,1% tienen hijos en casa y un 46% son parejas o personas solas. El resto, hasta completar el cien por cien, incluye hogares formados por distintos núcleos familiares o ciudadanos que conviven sin ningún tipo de vínculos. Estas diferencias se van acrecentando con los años. En 2013 había 8.070.600 domicilios con hijos en todo el país frente a 8.355.300 sin ellos, dos cifras que aún se encontraban muy próximas entre sí.

mirando tras la puerta / Entrando al detalle, en Cáceres hay 164.200 hogares. De ellos, 46.000 están habitados por una persona, es decir, en tres de cada diez casas no vive más de un solo inquilino, cifra que va en aumento. Otros 16.200 hogares son monoparentales (padre o madre con hijos a su cargo), un modelo de familia que ha crecido extraordinariamente en las últimas décadas. También en la geografía cacereña hay 36.200 domicilios habitados por parejas sin hijos, o bien porque nunca los han tenido, o bien porque se han independizado. El modelo más habitual es el de parejas con hijos: un total de 55.000. Sin embargo, sumando este dato con los hogares monoparentales se quedan por debajo de las viviendas sin hijos.

El descenso de la natalidad tiene mucho que ver con este cambio en los modelos de vida, que tan claramente comienza a percibirse en la demografía. Cáceres figura entre las diez provincias con menos Tasa Bruta de Natalidad, es decir, con menos niños nacidos por cada mil habitantes, con solo 6,9 en el último año computado (2017). La media nacional se encuentra en 8,4, y hay provincias que superan los 9 como Almería (10,7), Girona (9,4), Madrid (9,3), Murcia (10,2%), Sevilla (9,2), Ceuta (12,2) o Melilla (15,8). En cambio, Cáceres comparte el vagón de cola con A Coruña (6,9) o Segovia (6,9). Por su parte, Ourense, Asturias y León ni siquiera llegan a 6.

De hecho, Cáceres experimenta una caída prolongada y contundente en su tasa de natalidad, que hace solo diez años se mantenía en 8,23 nacidos por cada mil habitantes, y a principios de los años 90 todavía superaba los 10.

Lo mismo ocurre con la Tasa Bruta de Fecundidad de la provincia, que ya ha bajado hasta los 33,8 niños nacidos por cada mil mujeres cacereñas (últimos datos del INE correspondientes a 2017), cifra realmente baja que solo fue a peor en 2012 y 2013. La media nacional está en 37,2. De todas las provincias españolas, Cáceres es la duodécima con una tasa más baja, muy similar a la de Cantabria, A Coruña, Pontevedra o Valladolid.

Esta situación tiene una lectura clara por parte de sociólogos como Jesús Moreno, autor de diversos libros y estudios, y también profundo conocedor de la provincia a través de su sacerdocio en distintos municipios. «Cáceres registra poca población y además muy envejecida, característica que comparte con la España despoblada, de modo que muchos de sus habitantes ya no están en edad de tener hijos, una de las principales razones que explican la caída de la tasa de natalidad», subraya.

PRIMER NIÑO A LOS 31 AÑOS / Tampoco han ayudado coyunturas socioeconómicas delicadas como la crisis que ha sufrido el país, que ha golpeado duramente a la provincia. «La falta de trabajo y de salarios estables ha retrasado los planes de muchas parejas de tener hijos, incluso los ha recortado», indica Jesús Moreno. Además, las parejas hoy día buscan «unas condiciones económicas buenas, una seguridad laboral y una vivienda digna antes de tener su primer hijo, y eso se tarda en lograr, por tanto el primer hijo se demora cada vez más», explica. Efectivamente, el INE revela que las cacereñas dan a luz por primera vez a los 31 años, la edad más alta de la serie histórica desde 1975.

Por la misma razón, las parejas han recortado el número de hijos en las últimas décadas. «Más niños suponen más gastos, más obligaciones, más años de crianza, y las personas también son hoy más individualistas, quieren buscar su bienestar, disfrutar de la vida, una vez que los chicos se van haciendo mayores», señala Jesús Moreno. De hecho, entre los hogares cacereños con hijos, los más numerosos son los que solo registran uno (26.100), seguido de dos (24.600) y tres o más (4.300). La misma tendencia se vivió hace años en Alemania y otros países europeos, que atravesaron graves problemas de natalidad, pero ya están de vuelta. «De igual modo puede hacerse aquí, pero trabajando en políticas de familia, en la conciliación de la vida laboral y familiar. La natalidad es un bien social, hay que favorecer este tipo de medidas», sostiene Jesús Moreno.

Para el psicólogo Javier Barrera, actualmente técnico de salud del Ayuntamiento de Cáceres con más de tres décadas de experiencia en atención psicológica a las mujeres, las razones socioeconómicas también explican la caída de la natalidad desde el punto de vista de la psicología, aunque el razonamiento es distinto: «En las sociedades más desarrolladas ya no resulta necesario forjar un fuerte núcleo familiar, estable y duradero para satisfacer las necesidades básicas de la vida, ya que individualmente pueden cubrirse. Por ejemplo, ya no se precisa tener tantos hijos para mantener la producción en el campo, ahora la reproducción es mucho más optativa», explica.

El psicólogo agrega que también se está produciendo un cambio biológico muy significativo: «El periodo de vida se ha alargado y al mismo tiempo la juventud también lo ha hecho. Antiguamente se entraba en la fase adulta a los 14-16 años; hace medio siglo, a los 21 años; ahora, a los 28 años muchas veces se tienen dificultades para hacerse adulto. Esto supone un cambio muy importante en el funcionamiento emocional y afectivo, que influye en la tasa de natalidad, de fecundidad...», argumenta el profesional

Existe otra razón básica que explica el descenso de la natalidad: «Las mujeres han cambiado de manera muy activa su papel, su actitud en el mundo emocional y afectivo. Ya no nacen enfocadas por el modelo patriarcal a unas obligaciones de cuidados y atenciones a la familia, de sacrificio en pro de los demás, y ello ha supuesto otro cambio sustancial en las relaciones afectivas, en las formas de tener pareja, en los índices de nupcialidad, de natalidad.... Los hombres aún no hemos realizado este cambio», subraya.

Por tanto, concluye Javier Barrera, «necesitamos saber cómo nos readaptamos y qué consecuencias van a tener estas transformaciones de un modelo vigente durante siglos y siglos, que ha cambiado en apenas unas décadas». Otros países como Japón o EE UU han estado a la vanguardia del desarrollo socioeconómico y aún andan buscando el encaje de este modelo. «Es cierto que nuestra cultura mediterránea sigue valorando mucho la familia, pero a nivel individual la natalidad ya no es una necesidad, es una opción emocional, económica, social... Estos cambios también van a requerir a nivel psicológico una readaptación importante de la sociedad en las próximas décadas», reflexiona.