THtace un tiempo estuve en Londres con mi familia. ¡Qué diferencia con España!. Obligan a un tío a estar de guardia para que le pisen y se fotografíen con él los nenes y las jovencitas de buen ver y ni pestañea. Eso sucede en España y seguro que, cabreado, diría: "Oye, guapo, ¿por qué no le pisas los güevos a tu papaíto?". Y a las chicas: "¿Podemos quedar a las siete que dejo de hacer el gilipollas aquí?". ¿Qué diría uno aquí si tardaran en relevarle de la guardia más de un minuto?. Pues allí dura una hora.

Una tarde acudimos a la catedral de san Pablo. Mi familia se demoraba en salir pues, como mi esposa es especialista en arte, la visita a una catedral dura tres horas. La escuchan atentamente sus hijos y algún japonés. La vida de turista es muy cansada y si encima estás en Inglaterra mucho más pues los ingleses hacen los parques para correr, aunque ellos lo llaman footing, y ponen tan pocos bancos que tocamos a uno por cada 10.000 turistas. De ahí lo solicitados que están los asientos de los vigilantes de los museos.

Descansaba yo sentado en la escalera de la catedral y a mi lado se aposentó una jovencita que dejaba ver una panorámica mucho más impresionante y deseable que la que pueda verse desde el Big Ben. Puesto que estaba sentada deduje que era turista y no Arzobispo. A los pocos minutos salió una pareja de japoneses entrelazados. El nipón se apercibió de la presencia de la joven y llevó a cabo la conducta que muchos hombres llevan a cabo en tales situaciones: la miró de arriba abajo y de delante atrás. La japonesita tampoco tuvo óbice para desarrollar la conducta que muchas mujeres realizan en las mismas circunstancias: Le pegó un codazo que le dejó sin respiración. Y es que habrá razas y culturas pero la naturaleza humana es igual en todas partes.