TAtpenas llegado a nuestra diócesis el obispo Llopis Iborra comenzó la construcción del Seminario Mayor en la carretera de Trujillo que, si ahora está sobrado de espacio, durante muchos años estuvo a rebosar de seminaristas. La obra, según mi amigo Manolo Vaz, costó unos 25 millones de pesetas de los de entonces. Entonces eran los años cincuenta.

Como es de suponer se hicieron campañas, colectas, suscripciones y se solicitó el apoyo económico de todos los fieles cristianos (qué explicativa esta palabra de "fieles"), que en aquellos tiempos era casi todo el mundo, dirigidas por el obispo que, como buen valenciano, tenía mucho ojo para los negocios y sabía cómo sacar las perras al personal. Si el ingenio del obispo para sacar dinero era proverbial no menor era el de los cacereños que no tardaron en hacer chistes del asunto. Contaré uno.

Un chiquillo se había tragado una moneda de diez céntimos por lo que sus padres le llevaron de prisa y corriendo a la casa del Socorro, que estaba en la calle Andrada, esquina a Ríos Verdes. Tras un exhaustivo reconocimiento y vanos intentos de solucionar el atasco de la garganta infantil, el galeno decidió la prescripción: lo envió al obispo. Llegado a su presencia, monseñor Llopis le sacó la moneda sin ningún problema.