La nueva barriada de Río Tinto, el Poblado Minero y la zona de Santa Lucía se encuentran desprotegidas ante el tren, como el resto de barrios que ha recorrido EL PERIODICO a través de la serie que describe lo que supone vivir junto a un trazado de vías sin vallar por las que circulan trenes a las puertas de las casas de los cacereños. La normativa ferroviaria de Adif exige el vallado a lo largo de todo el trazado urbano; sin embargo, éste aún no se ha llevado a cabo y las vías continúan sin protección ante los ojos de los ciudadanos.

En el caso del poblado minero, la única zona que se ha protegido ha sido la que se encuentra junto al edificio Embarcadero. El perímetro de protección se ejecutó precisamente para hacer más seguro el trazado de vía junto a este inmueble. Esto supone una gota de agua en el río de acero que envuelve a los barrios que viven junto a las vías (Junquillo, La Cañada, Río Tinto y poblado minero), que arrastran una fuerte corriente de falsas esperanzas, de esperas eternas y de peligros ignorados. Y es que aún no hay medidas en camino.

Aún teniendo en cuenta que las vías están sin vallar, los vecinos se han acostumbrado a vivir junto a estos amasijos de hierro. Defienden la protección del trazado junto al Embarcadero y solicitan que el vallado se extienda al resto del tramo de la vía. A la peligrosidad del paso del tren (por el poblado minero circulan dos al día) se une también el problema que generan para las infraestructuras de los barrios. En estos casos, por ejemplo, las paradas de autobuses han tenido que situarse alejadas de los mismos, lo que obliga a caminar varios metros hasta ellas.

La solución más defendida por los vecinos al paso de las vías por la ciudad es su soterramiento. Sin embargo de momento no existen fondos suficientes para llevar a cabo esta actuación. Lo que enfada a los cacereños es que no hay dinero para soterrar, pero tampoco para ejecutar el cerramiento, obligado por ley, que impida cualquier tipo de accidente en dichas vías. Todas aquellas familias que se planteen trasladarse a vivir en las 2.000 viviendas proyectadas de la nueva barriada de Río Tinto, sufrirán cada día el paso del tren, como lo hacen desde hace años los vecinos del Poblado Minero o de Santa Lucía. Un problema para unas barriadas que trunca su deseo de convertirse en un núcleo cultural y económico con las rehabilitaciones que se están llevando a cabo en la zona, junto a la posibilidad de que los restos de arqueología minera obtengan su declaración de Bien de interés Cultural.

Estos barrios no pueden sino esperar un puente de acciones sobre ese interminable río de acero, que acabe con la situación en la que se disponen a vivir las nuevas familias que habiten las casas y que sufren los cacereños, cuya primera imagen al despertar son unas vías a falta del vallado que exige la ley ferroviaria.