TNto es que me guste el ajetreado estrés del curso, pero después de diez días de mis cortas vacaciones estoy "cansado de tocarme la barriga". Me gusta disfrutar de la familia, el tiempo libre, las escapadas turísticas-, pero la ociosidad no es buena.

Me pregunto, y a la vez creo comprender, cómo pueden sentirse la cantidad de jóvenes y adultos desempleados en nuestro país. No quiero entrar en la angustia que la falta de recursos económicos está provocando en muchos de ellos. Quiero ir más allá. Quisiera comprender lo que supone como persona el no trabajar, el no llevar a cabo una tarea que llene. Imaginemos el 25% de los jóvenes "ni-ni" entre 15 y 29 años, es decir, que ni estudian ni trabajan, según el informe 'Panorama en la formación 2013' en la OCDE.

Uno de cada cuatro jóvenes en España se está "tocando la barriga". Además de que es económicamente insostenible, acostumbrarse a no hacer nada es poco aconsejable. "La ociosidad es la madre de todos los males", decía mi santa madre. ¿Cómo se deben sentir? ¿Qué expectativas les esperan? ¿Qué suponen para sus familias? ¿Cómo afecta a sus relaciones? No tengo respuestas. El tema daría para una tesis.

El Papa Francisco también ha expresado esta preocupación por la situación laboral de muchos jóvenes: "Piensen que corremos el riesgo de tener una generación que no ha tenido trabajo, y del trabajo viene la dignidad de la persona"; y advierte sobre el peligro de "descartarlos". Si los jóvenes son el futuro de una sociedad, prescindir de ellos es prescindir del futuro de la misma.

Otro peligro es el pronto abandono de los estudios que refleja el informe mencionado. No era extraño escuchar a muchos que habían abandonado los estudios porque se ganaba más trabajando. Esto se veía como algo normal. Quizá sean éstos ahora los que "ni" pueden seguir estudiando "ni" trabajan porque la crisis acabó con sus posibilidades.