TPtedro Peloto , el dueño del bar Cisne Negro, descorchaba todos los 31 de Diciembre varias botellas de cava para despedir el año junto a sus clientes asiduos. En su bar se podía comer lagarto, anguila, pajaritos fritos y ancas de rana. Tenía la barra en forma de U y un cuartito del tamaño de una cabina telefónica por retrete. Lindaba con La Bodega , que servía vino de todos los tipos conservado en tinajas de barro: manzanilla, mistela, moscatel, de Jerez, de Málaga, de misa. Seguido estaba el bar Amador, cuya máquina de discos contenía la mejor música de la calle. Al bar Amador le seguía el mesón Los Toneles, umbrío y rústico, cuyas paredes empastadas con espeso temple le daban una apariencia de habitáculo encovado. Frente a éste, teníamos el bar Rey, quizá el más indefinido, ya que no se caracterizaba estéticamente por nada en especial. A pocos metros del anterior nos topábamos con el bar Roji, muy conocido por sus mejillones rellenos y sus manojos de gambas. Frente a éste estaba el bar Pato, que dependía de la cafetería Pato, ubicada en la plaza Mayor. Más alejados, junto a la plaza de la Concepción, nos encontrábamos con el bar La Cocina, donde guisaban unos riñones al jerez riquísimos y el bar Jaype, conocido por sus bolas , apetitosas albóndigas de patata.

Todos estos establecimientos estaban situados en la calle General Ezponda de Cáceres, llamada en la década de los ochenta calle de los vinos , porque los fines de semana se ponía a rebosar de gente que acudía a tomar el aperitivo. A estos se unían el bar Rioalto y El Brocense en la colindante plaza de la Concepción; y el bar Los Candiles, famoso por sus patatas bravas, con el Parrita, único que servía cerveza negra, situados ambos en la adyacente calle Cruz.

Hoy, el bar Cisne Negro es un locutorio. La Bodega , el bar Rey, el bar La Cocina, el Rioalto y El Brocense están cerrados. El bar Roji ha sido engullido por el hotel Don Manuel, el bar Pato ha pasado a ser el restaurante El Toro, el bar Amador y el mesón Los Toneles son los únicos de la calle que aún conservan su nombre y estructura. El bar Los Candiles ahora tiene como especialidad más valorada el arroz con bogavante.

La calle de los vinos es hoy poco transitada, lóbrega y tristona, afeada por infinidad de manchurrones de aerosol. Bienvenida sea pues la idea del ayuntamiento de intentar reanimarla ofreciendo ayuda económica a quienes estén dispuestos a abrir en los locales cerrados nuevos servicios hosteleros o culturales. Cáceres necesita volver a tener su animada calle de los vinos .