No es la primera ocasión que les ocurre, pero lo de esta vez ha ido demasiado lejos. A las puertas de un puente festivo y con cien clientes en la agenda, la peluquería Vogue Style, situada en la calle Viena y una de las más concurridas de Cáceres, se ha quedado sin agua y ha tenido que tirar de garrafas para paliar el desaguisado. Lo explica en la mañana de este jueves su propietaria, la estilista gaditana Miriam León: “Este miércoles por la tarde me avisa una compañera de que no hay agua y otra me dice que están fuera los de Canal de Isabel II. Salgo a la calle y les pregunto a los operarios qué ha pasado. Me dicen que se ha reventado una tubería del edificio y que han cortado la general porque si no hubierámos estado todos inundados”.

Miriam León les dijo que por qué no les habían avisado de la rotura que, lógicamente, les pilló de improviso y con la peluquería llena. “Me contestaron que fue muy precipitado, que tenían que cortar y que durante parte de la mañana de este jueves no íbamos a tener agua, que dependía del seguro privado de la comunidad. Ahora tienen que picar la calle fuera y son las diez de la mañana y aún no tenemos suministro”.

La dueña del negocio lamenta lo ocurrido aunque lo hace con ese sentido del humor andaluz que la caracteriza aún en los momentos difíciles: “Nos espera un día de miedo porque la gente cuando llega un puente se cree que se va a terminar el mundo y vienen todos a peinarse y ponerse guapísimos. Estamos ‘atacaitos’ porque imagínense, ¡sin agua en una peluquería!”.

En Vogue Style trabajan siete estilistas para “cien personas a las que hay que lavar las cabezas”. Al preguntarle cómo se las están apañando, Miriam vuelve a echar mano de su gracia: “¿Qué cómo nos estamos apañando?, con garrafas de agua, ¡más contentos!” Desde el miércoles están tirando de botellas del supermercado Mas y de algunas que les trae el portero de la comunidad, pero muy pocas, “porque los vecinos han utilizado las cubas y aunque nuestro local paga comunidad del edificio, no nos pertenece ese agua de reserva. Ay qué ver”, concluye Miriam mientras se afana con la mechas de una clienta, eso sí, controlando que no se derrame ni una gota de la garrafita que tiene al lado.