Vecinos y comerciantes de la calle Antonio Silva de Cáceres han dicho «¡ya basta, se acabó!». Están hartos de que sus aceras huelan a orines y de encontrarse excrementos de perros a todas horas. Aseguran que esta problemática va a más, hasta el punto de verse obligados a limpiar ellos mismos los accesos a portales y establecimientos porque todos los días aparecen micciones y defecaciones de canes.

Son zonas habituales en las que, a primera hora de la mañana y al caer el sol, se puede ver a personas que pasean a sus animales de compañía. Muchos, la mayoría, recogen los excrementos de sus perros, pero hay otros que no lo hacen. «Lo curioso es que sabemos dónde viven. Muchas veces tengo la tentación de recoger las cacas de sus perros y llevárselas a las puertas de sus casas», afirma a este periódico un residente indignado.

En retirar los orines de las paredes de la fachada de su local gasta un comerciante cada semana más de cuatro litros de lejía. «El olor es horroroso y ahora con el calor del verano no solo se deja sentir en el ambiente, sino que acuden bichos. Se ha convertido en una práctica habitual. No tengo perro, pero con este panorama, menos ganas tengo», indica.

A juicio de otro vecino, ha llegado a tener algún encontronazo con los dueños de algunos perros que habían dejado sus excrementos en la calle. «A uno le dije que se había dejado las cacas de su perro y por poco me pega. Lo único que quiero es poder entrar en mi casa sin tener que ir saltando las mierdas que me han dejado porque hay personas incívicas».

Debido a esta situación han aparecido varios carteles en algunas esquinas de los edificios de la calle que, de forma anónima, muestran el malestar, no contra los animales, sino para denunciar el incivismo de sus dueños.

La Ordenanza Municipal Reguladora de la Tenencia y Circulación de Animales, del año 2002, contempla en su artículo 48 la no retirada de excrementos de la vía pública como infracción leve, con multas que van desde los 30 hasta los 300 euros.

La otra cara de la moneda / «Me cabrea mucho este tipo de comportamientos». Así define la situación el cacereño y amante de los animales Pablo Rodríguez. «Tenemos que ser dueños responsables, hay que recoger las heces que nuestros perros depositan en la vía pública; pero no solo eso, debemos respetar todas las normas de convivencia impuestas, aunque no nos guste, y tener canes educados capaces de convivir en sociedad». En este sentido, el dueño de Curro, un precioso Border Collie, recuerda que aquellos propietarios que no siguen las reglas de juego perjudican a todos los demás y provocan, a juicio de Rodríguez, «que a nuestros animales no les permitan acompañarnos cada vez a más sitios».