Ya han llegado? Pues, en ese caso, prosigamos nuestro paseo eterno. Descendemos por la Cuesta de San Pablo y, buscando el oriente, nos encontramos con la recoleta plaza de Pereros, tan simétrica, con un tramo de cerca, en la que --únicamente-- destaca y se luce la fachada solemne del palacio que construyó la familia que da nombre al espacio urbano.

No fue ésta la fachada principal, sino la que se encuentra en la calle Pereros que sale de la plaza hacia el Rincón de la Monja. En esa estrecha vía, traseras del convento de San Pablo, se abrió --en su día-- la que fue entrada de la casa. Gótica, con un sabor más primitivo, enmarcada en alfiz y con escudos cuartelados gemelos, con las armas de Perero, Alfón, Sánchez y Paredes, que nos hablan de sus constructores, Juan de Perero y su mujer Beatriz de Paredes. El era hijo de Sancho Fernández de Paredes y de Jimena Gómez Espadero (hija de Juan Alfón) y ella de Alonso Sánchez Durán y de Beatriz de Paredes. Lo que justifican las dichas armerías.

El uso de apellidos en las edades media y moderna nos puede parecer arbitrario, hoy en día, e incluso ha incitado a errores y confusiones en algunos genealogistas. El uso de los dos apellidos tal y como lo concebimos hoy en día (el primero del padre y el primero de la madre) es bastante reciente, y se remonta a la Ley de Registro Civil de 1870. Hasta esa fecha varios hermanos podían tener distintos apellidos (incluso otros que no fueran los de sus progenitores, pero siempre dentro de los de la familia) y no inducía a confusión ninguna en aquellos tiempos.

EJEMPLO DE SIMETRIA Seguimos con nuestro paseo después de la aclaración. La fachada principal del palacio es uno de los mejores ejemplos de simetría de todo Cáceres algo, por cierto, no tan habitual como pudiera parecer, pero, teniendo en cuenta el concepto de elemento vivo y reformado a lo largo del tiempo que son las casas, no es de extrañar.

Casi ningún palacio se construye ex novo , sino que son la consecuencia de reconstrucciones y ampliaciones de edificios ya existentes. En este caso la construcción se reforma en un momento en que ya el carácter defensivo se ha perdido y se vuelva hacia un espacio más amplio, cual es la plaza, con lo que se permite la introducción de un nuevo lenguaje constructivo y la fiereza defensiva de las construcciones góticas se suaviza con la cultura del Renacimiento.

Así pues, la fachada, de predominio horizontal, juega en torno a una portada de medio punto con dovelas resaltadas, y vanos arquitrabados, decorados con un almohadillado similar al de la portada que produce efectos plásticos de luces y sombras. Tres hermosos escudos de Perero campean en la fachada con sus armerías parlantes, en campo de gules un peral al natural sin hojas y con las raíces al aire. El patio, obra de Pedro Marquina así como la escalera noble, es una verdadera joya, cuadrangular, a dos alturas, siendo la baja de mayor altura, con columnas jónicas y arcos de medio punto. En el piso principal se reproducen las mismas bajo arcos escarzanos y sobre ellos, en la cornisa, cuatro gárgolas con formas humanas en el centro y cuatro bestiales en las esquinas. Cuatro escudos lucen en él: Perero, Figueroa, Ovando y Golfín. La escalera noble, bajo bóveda de medio cañón y con un interesante cupulín en el rellano son también admirables.

En el contrato de 22 de septiembre de 1651 fijado entre Alonso de Perero y Pedro de Marquina se acuerda que el coste del patio será de 400 ducados y la duración de la obra no será mayor de dos años. La escritura es una verdadera delicia en la que se pormenoriza la obra, la ejecución, los pagos y las condiciones de las dos partes hasta los más mínimos detalles. Sabemos, por ella, que Marquina únicamente trabajó en ella durante esos dos años, puesto que el contrato era en exclusividad que hoy diríamos.

No he dicho que estos Perero procedían de Portugal, descendientes de Nuño Fernández, maestre de la Orden de San Julián de Pereiro, daría origen a la Orden de Avís en Portugal y a la de Alcántara en León. El palacio se destinó a varios usos desde que sus propietarios lo vendieran, fue hospicio femenino de la diputación y hoy es --también dependiente de esta institución-- Colegio Mayor Francisco de Sande, en recuerdo de quien fue capitán general de Filipinas y Guatemala.

Construcciones, reconstrucciones, ampliaciones, las viejas casas son como la vida, telones que camuflan pasados, escenografías que enmascaran un pretérito, elementos nuevos que sustituyen otros antiguos, pero ahí esta todo, ante los ojos que quieran verlo, que sepan leer en las piedras y los documentos el devenir verdadero de cada palacio, que se muestra --desnudo-- para una lectura pormenorizada, que nada esconde, porque muchas veces lo único que hay que hacer es mirar con cariño ilusionante las piedras eternas para que nos hablen de su particular peregrinación.