Ayer fue un día muy especial. Lo fue para Jairo Miguel, que debutaba en la plaza de su ciudad natal tras su alternativa mexicana. Pero lo fue también para la afición cacereña y para la de toda Extremadura, pues no todos los días se presenta un torero que tanto y tan bien ha dado que hablar. Un torero muy joven y aún muy nuevo, pero de indudable personalidad.

Acompañaban a Jairo Miguel dos indudables figuras del toreo, cuales son Antonio Ferrera y Miguel Angel Perera, en lo que era una terna netamente extremeña, la cual daba cuenta del momento tan especial que vive el toreo de nuestra tierra.

Y también lidió una ganadería extremeña de adopción, pues las reses de Jandilla pastan en Mérida y Llerena, siendo el de Borja Domecq, con los dos hierros de la casa, el de la estrella y el de Vegahermosa, un encierro que dio muy buen juego.

Y a todo esto, se preguntarán ustedes cómo estuvo ayer Jairo Miguel. Debo darles cuenta que estuvo bien toda la tarde, y en algunos pasajes muy bien. Como cuando lanceó con primor a la verónica a su primer astado, en unos lances de claras reminiscencias mexicanas. Fueron verónicas mecidas, jugando la cintura, con el mentón metido. Fueron lances suaves y bellos.

Tras brindar a su padre, el diestro inició la faena llevando al burel por abajo pero sin cortarle el viaje. Era una forma buena de comenzar el trasteo, pero además muy estética porque Jairo compone muy bien la figura.

Siguió el cacereño toreando en redondo, con algunas muy justificadas dudas debidas a la inexperiencia, pero logrando naturales de buena factura. Paseó su primer trofeo.

En el sexto hubo más de lo mismo, buen toreo de Jairo con el capote e inicio de faena llevando con dulzura al animal, para seguir también en redondo cuando toreaba despacio. Aunque tardó en doblar el jandilla, el joven diestro fue premiado con otro apéndice.

Miguel Angel Perera llegó a Cáceres como un ciclón. Su confianza le lleva a torear con una intensidad muy especial. A su primero, tras hacer un buen quite por chicuelinas y gaoneras, lo cuajó con la muleta. Primero dándole sitio para llevarle muy largo por abajo por ambos pitones. Y cuando el animal se vino a menos lo exprimió con unos circulares de extremo aguante.

El quinto fue un astado al que le faltó clase. Tomaba bien el engaño en los dos primeros pases, pero después protestaba. Firme Perera con él, el arrimón fue de antología por su sinceridad. Y con la espada no se puede matar mejor los toros, por lo que Perera cortó cuatro orejas.

Antonio Ferrera salía de una cogida pero ello no fue óbice para que estuviera muy bien. Al toro que abrió plaza lo toreo con suavidad en los lances de recibos, para, muy aplaudido por el público que comprende la entrega del torero, clavar banderillas.

En ese trasteo hubo suavidad y limpieza al correr la mano mientras el animal tuvo gas, para después sacarle los muletazos de uno en uno.

El cuarto fue el toro de la corrida por su calidad, hasta que se fue, ya al final, a tablas. Brilló Ferrera con los garapuyos y como en la muleta hacía el avión, el torero pudo cuajarlo con su sentido innato del temple, esa virtud que hace a los toros ir a más.