Llegó la lluvia, y con ella respiró el campo, y la tierra y nuestra Galicia, con la que lloramos a diario y mentamos en nuestras plegarias. Llegó el otoño a mitad de octubre, respetando un puente del Pilar veraniego e inusual. Llegó el frío, la chaqueta, la bota, el abrigo, el cambio de armario. Llegó sin avisar, cuando ya le esperábamos con las puertas abiertas. El verano se convirtió en esa visita que no sabe cuándo ha de irse, y aunque es agradable de acoger, a veces cansa. Llegó el ajuste temporal, se fueron las hormigas, los mosquitos, el abanico y el enrojecimiento de mejillas de mediodía en los veladores. Llegó el paraguas, la capucha, el olor a tierra mojada, los charcos y las manchas de barro en las rodillas de los niños.

Por un momento somos Gene Kelly, bailando bajo la tan ansiada lluvia, dejando que las gotas nos despierten de este letargo de veroño que nos había convertido en eternos domingueros de agua dulce, camping y tortilla de patata.

Llegó la manta al sofá, el edredón a la cama, y el café calentito a primera hora de la mañana. Y llegó la XIII Fiesta del Cine, que seguro que hubiera sumado asistentes si hubiese esperado el cambio de tiempo, porque también llegaron las ganas -si alguna vez se fueron- de película, palomitas e historias por descubrir en las confortables butacas de nuestras salas de cine. ¿He dicho butacas? Cuánto mejor sería titularlas ‘vehículos de atracción’, ‘máquinas del tiempo’, ‘alfombras voladoras’ o ‘cohetes especiales’ -que no espaciales-. Pero la Fiesta del Cine llegó y se fue, con muchas menos ventas que en ediciones anteriores, y no precisamente por un mal cartel. Y es que, al sol de este destiempo, muchos olvidaron la cita, y ahora, con ganas de refugiarse al calor del celuloide, habrán de pagar los precios habituales.

Aún así, ¿quién puede resistirse a esa magia? Si fueron de los que se lo perdieron, anímense y aprovechen este magnífico clima para hacer su particular fiesta del cine, y acomódense en las butacas, porque: Llegaron los estrenos de cartelera, la castaña asada, la hoja caída, el aire fresco. Llegó el otoño -por fin-.