El teniente Soldán, número tres del operativo de tráfico de la Guardia Civil en la Vuelta, es un gallego simpático que se confiesa admirador de Purito Rodríguez. "Una máquina", dice mientras su compañero Sánchez, también del Destacamento de Santiago, conduce en un Skoda gris metalizado por la N-630 al encuentro del pelotón que, pasadas las cuatro de la tarde, se encuentra a poco más de 30 kilómetros de la meta en la capital cacereña.

Ellos forman parte de la otra cara de la Vuelta, la del dispositivo que previene y vigila que nada ocurra por delante de los corredores, preocupados solo en ganar la etapa. Desde el asiento trasero, mientras el sol golpea el asfalto, se ve la figura de Tony Martin, pedaleando en solitario. Por delante, tres motos abren paso y, en paralelo, los coches de carrera y el de su equipo, testigos de un esfuerzo titánico que sería en vano.

Con un operativo de 130 agentes, no solo de tráfico, sino también antidisturbios del Grupo Rural de Seguridad (GRS) o de señalización que van varios kilómetros por delante del pelotón marcando puntos conflictivos, la Guardia Civil se afana por realizar una labor que roza la perfección. "Aquí no puede fallar nada. Todo tiene que estar previsto", explica el teniente, que recuerda que los 58 motoristas que siguen la carrera cuentan con una preparación especial para pilotar la 1200 RT BMW a la que se suben cada día.

"Nosotros también nos la jugamos, sobre todo cuando hay lluvia", añade el mando, que hace hincapié en que el motorista debe tener la pericia suficiente para conducir en calzadas estrechas, mojadas o en mal estado pero, sobre todo, saber ponerse por delante del pelotón cuando la velocidad aprieta. "Si no, te engulle", dice a modo de ejemplo el teniente, que cumple su segundo año en la Vuelta, encantado con la experiencia. "El ciclismo engancha", subraya.

Atentos a todo

Pero lo que más sorprende desde el coche de los agentes es que se cuida hasta el mínimo detalle: los cruces peligrosos están señalizados, hay guardias civiles subidos a la moto para advertir a los corredores de una curva peligrosa en el circuito urbano cacereño, mientras los armarios del Grupo Rural de Seguridad, con uniforme y boina negras, controlan el orden público. La máxima, dice el teniente Soldán, "es que la carretera quede limpia". Y lo cumplen. Una manifestación o un simple rebaño pueden ser un problema que solucionar en minutos antes de que llegue la carrera. Desde el aire, un helicóptero de la Guardia Civil se convierte en el mejor aliado para advertir de cualquier contingencia.

El operativo funciona a modo de cápsula de seguridad, primero con los banderas amarillas, como se denomina a los agentes que se van situando a lo largo del recorrido a la espera de la llegada del bandera roja que encabeza la carrera, responsable de ir abriendo paso. Poco antes de las cinco de la tarde, el coche de la Benemérita enfila la ronda Norte. Un turismo que circula por delante varios kilómetros del escapado tiene que ser desviado para prevenir cualquier contingencia. Una avería o un pinchazo podrían obligar a intervenir. La policía local ayuda en la tarea. Todo solucionado. En el recorrido hasta la meta un río de público aplaude y espera expectante. La cuesta del cementerio, Cánovas, Antonio Hurtado... La calzada, como una alfombra. Antes de la meta, el último desvío. La Guardia Civil ha cumplido su misión.