San Antonio volvió ayer a procesionar por el casco antiguo como cada 13 de junio y lo hizo acompañado de una comitiva multitudinaria. El cortejo, con el ambiente festivo que le caracteriza, arrancó de la ermita del santo pasadas las siete de la tarde y recorrió el corazón de la judería hasta llegar a la iglesia de San Mateo. Una de las particularidades de este festejo popular comparada con el resto de celebraciones religiosas es que abandona la solemnidad de la banda y procesiona con una charanga que ameniza el itinerario y sirve de acompañamiento musical a la canción tradicional de San Antonio ‘Los pajaritos’. Ayudadas por las octavillas con la letra que se repartieron antes de la procesión, las feligresas entonaron la copla popular que relata el milagro del santo. «Padre mío San Antonio / suplica al Dios inmenso / que con su gracia divina / alumbre mi entendimiento... Lleno de alegría San Antonio estaba / y los pajaritos alegres cantaban», reza la letra. Según relatan los cronistas, también era costumbre que las jóvenes encendieran al santo una vela durante la festividad para encontrar novio.

Fue en la subida a la calle Consolación, en la ermita de Las Candelas, cuando alcanzó el máximo de feligreses entre los que acompañaban a la imagen y los que aguardaban la llegada de la comitiva en el último tramo. Precisamente, a esta altura se vivió uno de los momentos más emotivos cuando las religiosas de Santa Clara saludaron al santo en lo alto del convento de clausura. El gesto de las monjas fue recibido con el ritmo de la charanga y el saludo agradecido de los cacereños. Pasadas las ocho, entró San Antonio en San Mateo, atestada ya desde primera hora de cacereños. Tras la celebración de la misa, la imagen emprendió el camino de vuelta y regresó a su ermita.