Nueve meses llevan Daniel Gil y Emilia Durán luchando por recuperar a su nieto, un precioso niño rubio de poco más de cuatro años. En abril del año pasado la Junta de Extremadura le quitó a su hija Rosa María, de 40 años, la custodia del pequeño y desde entonces solo pueden estar con él una hora al día en una salita del centro de menores Julián Murillo.

Aseguran no entender "por qué prefieren que un niño tan pequeño esté en un centro, en lugar de en su hogar, con su familia". Asumen la retirada provisional de la custodia a su hija, "pues pasa por una depresión y quizás sea mejor", pero no logran explicarse "porqué se niegan a que esté con nosotros, que no tenemos ningún problema, ni social, ni económico..., de ningún tipo". Desde la Junta, consultada al respecto por este diario, se eludió hacer declaración alguna.

Fue hace casi un año cuando comenzó la "terrible situación" por la que atraviesa este matrimonio que, tras 30 años viviendo en Tarrasa, y al estar ya Daniel jubilado --era ingeniero técnico de General Electric-- decidió hace algo más de un año regresar a su Extremadura natal. Con ellos lo hicieron también dos de sus cuatro hijos, Rosa María y Daniel.

Los problemas los desencadenó el maltrato que su hija Rosa sufría de su compañero, padre del niño, y que incluso le llevó ante la justicia. El 7 de febrero del año pasado, por unos hechos ocurridos tres días antes en su domicilio de Plasencia, el compañero de Rosa fue juzgado y condenado por un delito de maltrato familiar.

Ya en Cáceres, donde la familia ha fijado su residencia porque aquí su hijo Daniel, licenciado en Psicología, "ha conseguido un trabajo fijo", sus problemas fueron en aumento "al caer Rosa en una fuerte depresión que por desgracia la llevó al alcohol". Fue lo que motivó que, por resolución de 7 de abril del 2006, perdiera la custodia de su hijo, que desde entonces está tutelado por la Junta en el Centro de Menores Julián Murillo.

Desde que la Junta les quitó a su nieto su vida, aseguran, es un calvario. "Siempre ha estado con nosotros, porque en Tarrasa mi hija trabajaba y éramos nosotros los que le cuidábamos, le llevábamos al colegio, al pediatra...", manifiesta Emilia sin poder contener las lágrimas. Su esposo, con la voz entrecortada por la emoción, añade: "Desde que estamos sin él me siento perdido, le echo mucho de menos, pues al estar jubilado estábamos mucho tiempo juntos, en los columpios, jugando al fútbol en el parque...".

Múltiples demandas

Han sido ya numerosas sus comparecencias en el Servicio de Protección de Menores, ante el equipo territorial de Atención a la Infancia y Familia del Servicio Territorial de Bienestar Social de Cáceres; también múltiples las cartas que han remitido para solicitar el acogimiento familiar provisional del menor. Lo han solicitado tanto sus abuelos como su tío Daniel y su esposa, "porque si consideran que nosotros no reunimos los requisitos por ser mayores, mi hijo y su mujer asumirían la tutela, que también quieren".

Pero hasta la fecha, se lamentan, solo han recibido negativas. "Los dictámenes han sido hasta ahora de "no idoneidad", pero no dan ningún argumento que justifique porque consideran que no somos idóneos para cuidar al niño".

Aseguran que ya no soportan más esta situación, motivo por el que han decidido hacerla pública, y también acudido a un abogado, aunque esperan no necesitarlo porque la Junta atienda este desesperado ruego: "Por favor, que el niño regrese ya con nosotros".