Dicen que Juanita Franco tiene influencias con las altas divinidades para mantener a raya la climatología en la fiesta de los Santos Mártires (san Fabián y san Sebastián). La mayordoma de la cofradía que organiza el festejo reconoce que algunas plegarias se le escapan en las vísperas, y ayer volvieron a ser atendidas. "Esta fiesta siempre puede al tiempo", comentaba el alcalde, José María Saponi.

La niebla que mantuvo a Cáceres en tinieblas todo el sábado levantó milagrosamente ayer por la mañana para dejar paso a un cielo raso y una temperatura invernal más apacible que favoreció la subida a la ermita del paseo Alto.

Entre 5.000 y 6.000 cacereños, según cuantificó la cofradía de Nuestra Señora de los Mártires, acudieron a la tradicional romería del primer domingo después del 20 de enero (día de san Sebastián) para comprar las típicas roscas de anís (a 0,80 euros), compartir unos vinos o cervezas con unos pinchos de pan con chorizo o pujar en la subasta. Eso sí, la regeneración de los asistentes es escasa --"siempre somos los mismos", confesaba Juanita Franco-- y la media de edad superaba los 50 años. Poco jóvenes y pocos niños.

"Una ciudad sin tradición no tiene memoria", recordaba sin embargo Saponi tras la misa celebrada en la explanada. De esas tradiciones cacereñas, destacó esta fiesta de los Santos Mártires, San Blas o Las Candelas, que, dijo, "son la esencia de la ciudad".

Políticos en la romería

Con el alcalde a la cabeza, la plana mayor de la política cacereña no quiso perderse el encuentro con el pueblo. Concejales del PP y PSOE compartieron la tribuna al aire libre durante la homilía que ofició el párroco de San Blas, Antonio Pariente, aunque para el aperitivo posterior que amenizaron los bailes y cantos populares del grupo El Maizal, de Valdesalor, se dispersaron unos a la izquierda y otros a la derecha.

El párroco de San Blas invitó a los asistentes a que estos santos sean referentes en la vida, "más ahora que está todo tan crispado", y no olvidar la dimensión religiosa de la fiesta, recuperada en 1981 tras la suspensión de la guerra civil. La intención de la parroquia es que "la fiesta vaya a más", pero no sólo ésta.

También se quiere rescatar el templo, que ahora sólo se usa un día al año. Así, anunció la posibilidad de poder reabrirlo al culto, al menos los fines de semana, cuando el nuevo residencial Infanta Isabel esté habitado. "Podríamos dar servicios religiosos al nuevo barrio y ayudaría a mantener el edificio", explicó.

Mientras ese futuro llega, al menos una vez al año los cacereños recuerdan que el paseo Alto y su ermita también existen. Desde su inmejorable emplazamiento, muchos admiraron la expansión urbana por el norte y otros recordaban su niñez. Juana Morán, de 82 años, y su hermana María, de 83, evocaban sus primeras fiestas de los Mártires. "Vivíamos en Aguas Vivas y mi madre nos traía muy pequeñitas. No era muy distinto a ahora, aunque en comparación con la población que había entonces, ahora viene menos gente", declaraba Juana Morán.

A pesar de ello, no sobraron roscas. Prácticamente se vendieron las 4.000 que se elaboraron para la ocasión, y algo más de un centenar se regalaron a grupos de discapacitados y ancianos. Algunos se fueron con algo más que roscas bajo el brazo. María Rosado lo hizo con una plancha eléctrica al ser la afortunada de una de las rifas.

No apareció, sin embargo, el poseedor del boleto 1045, agraciado con una gargantilla y unos pendientes. Podrá recoger el premio en la avenida de Alemania número 1, 6º C. Juanita Franco, satisfecha con los resultados de la fiesta, ya prepara la plegaria del próximo año.