La idea de la muerte no nos abandona al salir de Santa María y, súbitamente, resuena en la memoria el salmo del rey David (aeterna iustorum memoria ) y, ante nuestros ojos, se materializa en inscripción sobre la portada del Palacio de los Condes de Canilleros. Arco de medio punto, pilastras, medallones en las enjutas, putti, dos pequeñas hornacinas --hoy vacías-- y un gran escudo con armas de Ovando y Ulloa la conforman. La puerta es como un acta matrimonial de sus constructores, Hernando de Ovando y Mencía de Ulloa, en el que la piedra plasma eternamente la unión de los constructores. La memoria y los justos, el pasado y el porvenir: la eternidad labrada en cantería.

En enero de 1492, en medio de un frío seco e intenso, el último sultán de Granada, Boabdil, capitulaba ante las tropas de los Reyes Católicos. Ocho siglos de convivencia, unas veces pacífica, otras belicosa, terminaban. Iberia no sería la misma a partir de ese día. Una vez abiertas las puertas de la ciudad, un joven cacereño, Hernando de Ovando, comendador de la Orden de Santiago, hijo del capitán Diego de Cáceres Ovando, se encamina hacia la Alhambra y es uno de los primeros cristianos que entran en el palacio rojo. Grande fue la contribución cacereña a la conquista, casi setecientos hombres llamados por los Reyes Católicos: la qual dicha gente es nuestra merced que venga con vuestro corregidor e con el pendón desa villa, e vengan con la dicha gente todos los regidores e cavalleros e escuderos de §inquenta annos abaxo .

Guerra de las Alpujarras

Hernando había sido paje de su pariente el gran maestre de Santiago Alonso de Cárdenas, y, así, había participado previamente en la guerra de las Alpujarras. Al regresar a su tierra fue regidor perpetuo de Cáceres, participó abiertamente en las banderías y elevó sus casas en la Colación de Santa María sobre otras precedentes que compró junto a su mujer a comienzos del XVI.

Al igual que la gran mayoría de los palacios cacereños, éste es el fruto de uniones de diversas construcciones a las que se le da una fachada común. El palacio se remodeló profundamente en el XVIII, cuando una fiebre reconstructora alteró para siempre el carácter tardomedieval de la mayoría de los edificios, adaptándolos a las necesidades de entonces.

De esa época proceden los grandes vanos y su espectacular rejería y el maravilloso escudo esgrafiado de los Vera, con el águila explayada de cuyo pico nace una filacteria con borroso mote: veritas vincit . La torre hoy no pertenece al palacio y se elevó bastante en altura en tiempos contemporáneos. El patio interior es un espectáculo en sí mismo. Rectangular (algo singular en Cáceres) y de dos alturas. De él arranca una monumental escalera en cuyo descansillo se abre una cúpula sobre pechinas y bajo la cual se sitúa un bellísimo blasón en alabastro que se encontraba en el palacio de los Marqueses de Oquendo.

Si ha habido una familia cacereña y universal ésa es la de los Ovando, prolífica como pocas se extinguió en Cáceres en el siglo XIX, aunque su descendencia femenina todavía perdura. Vuelven los ecos de América, en la persona de frey Nicolás de Ovando, hermano de Hernando y primer gobernador de las Indias. Comendador mayor de Alcántara, fue el responsable de que los extremeños emprendieran la aventura atlántica, con él fueron Vasco Núñez de Balboa, Francisco Pizarro y sus parientes Hernán Cortés, Pedro de Ovando y Francisco de Lizaur. Sin él la conquista hubiera sido de otra manera.

La descendencia

Sus descendientes fueron señores de Zamarrillas y la casa pasó de Ovandos a Mayoralgos y de éstos a los Muñoz. García Muñoz y Torres-Cabrera, VII Conde de Canilleros y Caballero de Alcántara, fue alcalde y presidente de la Diputación. Pero es de justicia resaltar a su hijo, el VIII conde, Miguel Muñoz de San Pedro e Higuero, historiador y escritor prolífico, uno de los padres de la historiografía contemporánea en Extremadura. Erudito amante de su tierra. Su obra es extensa, inmensa, monumental, apasionada, escrita con un estilo florido, plástico, heredero del modernismo. Divulgador incansable, escrupuloso investigador, nuestro patrimonio no sería hoy lo que es sin su persona. La Real Academia de la Historia le dedicó una inscripción en el zaguán de ésta que fue su casa y hoy lo es de su hija.

El palacio custodia uno de los mayores tesoros de Cáceres, el archivo de los Condes de Canilleros. Siete siglos de historia de una familia reunidos en forma de legajos y cuyo valor es incalculable. Cantería labrada y papel escrito, los dos pilares de las viejas familias cacereñas, los débiles documentos prueban la antigüedad, la piedra fuerte la plasma desafiando al tiempo. La memoria de los justos, la memoria de las banderías, la memoria de la Alhambra, la memoria de América...