A raíz de la publicación de mi última crónica dedicada a la evolución histórica de los diferentes espacios que para el desarrollo de la actividad comercial tuvo la ciudad, hasta la inauguración del primer mercado de abastos en 1931, algunos amigos y seguidores, escasos pero selectos, me han hecho llegar sus recuerdos sobre aquel peculiar inmueble que, durante casi 40 años, ocupó el solar que había quedado libre tras el derribo del antiguo ayuntamiento, allá por 1860. Unos lo recuerdan por haberlo transitado durante su niñez, otros, por ser descendientes de los primeros pescaderos, fruteros o carniceros que se ubicaron en un mercado, que sacaba de la calle a vendedores y consumidores para incluirlos en un moderno local donde poder protegerse de las inclemencias del tiempo y a la vez, ofertar en mejores condiciones higiénicas los productos puestos a la venta. Un gran avance para la ciudad y sus gentes, que no estuvo exento de su problemática particular.

A pesar que la creación de un mercado de abastos en Cáceres era un clamor desde hacía décadas, el consistorio carecía de medios propios para la ejecución de la obra. En primer lugar, no tenía fondos suficientes para emprender el proyecto y en segundo lugar, no tenía claro el lugar donde debería ir el nuevo mercado, después de las negativas a que se ubicara en la Plaza de la Concepción o en el antiguo convento Dominico. Ambas cuestiones van a demorar la creación del primer mercado de abastos, prácticamente desde su aprobación en pleno 19 de diciembre de 1927 hasta su inauguración el 1 de noviembre de 1931.

El proyecto de mercado de abastos se encarga al arquitecto municipal Ángel Pérez, que diseña un edifico para ser construido en el antiguo solar del viejo ayuntamiento que se utilizaba como mercadillo para la venta de carne y pescado en la Plaza Mayor. A este solar se había sumado la casa del antiguo pósito que era utilizada para la conservación de la carne, quedando un espacio de 730 m² sobre el que edificar el nuevo mercado. El solar elegido, situado entre el ayuntamiento y la muralla, es censurado por la Comisión Provincial de Monumentos que no ve claro el derribo de parte de la muralla y de las torres adyacentes- Horno y Yerba - para la construcción del mercado, argumentando que «no se emplazara el mercado en ese lugar por implicar la destrucción de parte de la antigua muralla» , un hecho incomprensible, teniendo en cuenta que el 12 de diciembre de 1929 se había solicitado al Estado la declaración de la propia muralla cacereña como Monumento Nacional, con el beneplácito del propio Concejo. Ante esta postura, el Ayuntamiento solicita informes propios tanto al archivero como al arquitecto municipal. Aunque la mayoría de los miembros de la Comisión de Monumentos habían votado en contra de la construcción del mercado en ese lugar, al final serán los informes del Ayuntamiento los que de manera definitiva se esgrimirán para poder construir en un espacio que, según los técnicos municipales, carecía de importancia histórico-artística.

Otro problema para encauzar la construcción definitiva del nuevo mercado, es la falta de fondos para acometer su construcción. Ante este inconveniente, endémico y secular en la hacienda local, se solicita un préstamo a la Caja de Previsión Social de Cáceres por una cantidad de 356.583 Pts. que se correspondía con el total del coste de la obra. Este préstamo se debe pagar en 10 años a un 5% de interés anual. Empréstito concedido, no sin sobresaltos, gracias a las gestiones del responsable de la entidad financiera, León Leal Ramos. Una vez resueltos los problemas de ubicación y financiación, por fin se podían iniciar las obras que dotasen a la capital cacereña de su primer mercado de abastos.