Desde que nació su madre y su abuela la llevaban a ver a la Virgen cada día. La periodista cacereña María Hurtado es devota de la patrona antes incluso de tener uso de razón. Ahora esa devoción se ha hecho más grande. Vive en la calle Caleros y la bajada de la Virgen para ella es "una gran fiesta".

--¿Qué recuerdos guarda de su infancia junto a la patrona?

--De niña iba con mi madre y mi abuela a recibir a la Virgen de la Montaña en Concejo. Ellas me transmitieron la devoción por la patrona que a día de hoy vivo con gran emoción. Cuando me fui haciendo mayor subía cada día al santuario. Y ahora, que soy madre de tres niños, vivo en la calle Caleros y esa devoción es todavía más grande. Cuando baja la Virgen me uno a las vecinas y arreglamos y engalanamos nuestros balcones con mantones de manila. Mi casa se convierte en una feria durante la procesión, vienen a visitarnos mis padres, mis suegros, mis sobrinos,... Nadie quiere perdérsela. Lo más curioso es que sigo sintiendo la misma emoción cuando la veo venir que cuando era niña. Me recuerda a lo que sentía entonces. Para nosotros la llegada de la Virgen era la llegada del buen tiempo.

--¿Qué cree que mantiene viva esta tradición?

--Es una tradición muy del pueblo. Todos los cacereños la sienten muy suya, independientemente de la condición económica, política o religiosa.

--¿Va a ver a la patrona cuando está en Santa María?

--Sí, me acerco cada día con los niños. Cuando nacieron se los presenté a la Virgen.

--¿Cuándo va a ver a la Virgen, cumple algún ritual?

--Hacemos apuestas para adivinar de qué color lleva el manto.

--¿Le hace promesas?

--Alguna vez. Pero creo que las cosas se cumplen si tenemos fe en nosotros mismos. Ella puede ayudarte a salir adelante, pero la fuerza de voluntad debe nacer de nosotros mismos, ella no puede.