Su tía abuela fue dama de María Cristina y emparentó con Eugenia de Montijo. Su abuelo fue coronel y ayudante del general Serrano. Ella cumplirá 104 años en marzo, es la segunda cacereña de mayor edad y solo ha pisado una vez el hospital: "Me llevaron un día que me dolía el pecho, y me revisaron por todos lados, pero nada, no tengo ni siquiera colesterol, me lo ha dicho la doctora Camino. Solo tomo dos pastillas para la tensión y la hernia de hiato", explica.

Anatolia Francés charla amigablemente mientras pasea con su andador por la residencia de Cervantes. Va impecable con una camisa de seda bordada, pendientes de perlas, horquillas sobre un pelo nieve y bolso a juego. Es un caso singular, quizás único: lleva desde 1974 en el geriátrico. Pero Anatolia se siente feliz en el centro, es tan activa que le gusta lavarse hasta sus propias camisas y tiene un optimismo sorprendente, sobre todo por sus profundas convicciones religiosas (fue hermana de todas las cofradías). "Yo dejo las cosas en manos de Dios. La Montaña me ha ayudado siempre", reitera. Pero además confiesa un secreto mundano para su longevidad: "No hay que cenar tanto, solo una sopita caliente y un vaso de leche, es suficiente".

Formó a niños y señoritas

Nació en Puertollano, en el seno de una familia de joyeros que se trasladó a Cáceres cuando era niña. Ejerció de maestra en varios pueblos y finalmente decidió dar clases en su propia casa (número 1 de Donoso Cortés) para niños y señoritas que aspiraban a un puesto en Correos y Telégrafos. Se casó a los 30 años con Martín Jiménez, "que le llevaba todas las cuentas a don Víctor García, de los grandes almacenes". No tuvieron descendencia, "pero mi sobrina Paloma es buenísima, como una hija, viene a verme, me trae yogures y otras cosas", dice llorosa.

Le gusta el Cáceres actual "porque ha prosperado una barbaridad, antes éramos cuatro familias". También le encantan los informativos, los documentales y las películas, especialmente Casablanca . "Pero lo que no va conmigo son esos programas donde unos se meten con otros. Son todas unas tunas", dice enfadada. También le desagradan, y mucho, las noticias relativas al terrorismo: "La paz de Dios se consigue de otra manera, y los políticos no deberían reñir tanto. Yo rezo".

Precisamente, Anatolia recuerda uno de los episodios más agradables frente al televisor. El 20 de julio de 1969 el Apolo 11 llegó a la Luna y ella abrió su casa a los vecinos de la calle Sánchez Manzano. "Fue emocionante. El progreso siempre es bienvenido". En el lado amargo, como siempre, los recuerdos de la Guerra Civil: "Me mataron a tres primos y a su padre, teníamos mucho miedo, eso no puede repetirse...".