Hace unos días los recientemente nombrados Consejeros de la Junta de Andalucía pertenecientes a C’s se quejaban de las dificultades que encontraban a la hora de nombrar cargos en su departamento pues tienen pocos militantes entre los que elegir. Así pues, se trata de un partido que obtiene muchos votos pero no tiene militantes. Por su parte los del PP se ufanaban y aseguraban que había tortas para obtener un cargo. Esto pone de manifiesto la importancia de contar con una abundante militancia, aunque después se podrá discutir sobre la idoneidad de los nombrados para determinados cargos. También pone en cuestión lo que se ha dado en llamar clientelismo. La vida de muchos militantes no es fácil. Años en los banquillos de suplentes suponen miles de kilómetros recorridos para hacer campañas, multitud de horas entregados a facilitar la vida de los cargos del partido, trabajos oscuros pero imprescindibles que bien pueden explicar que se aspire a algún tipo de recompensa. Más aún cuando conocen al dedillo las peculiaridades de la vida política, sus atajos y sus recovecos. No menos reflexiones merece la otra cara de la moneda. No es que solamente no tengan militantes sino que los independientes son reacios a entrar en la vida política ni siquiera para desempeñar un puesto apetitoso en apariencia. Ello, en mi opinión, se debe a varias cuestiones. En primer lugar porque el desempeño de las tareas políticas está mal pagado en comparación con la empresa privada.

En segundo lugar porque alguien con una profesión liberal brillante truncaría su carrera, ( despacho de abogado, consulta médica privada, consultoría, etc) y se puede ver abocado a un futuro incierto. En tercer lugar porque la vida política se ha emponzoñado de tal manera que no resulta apetecible para una persona con su prestigio y honorabilidad indiscutidos. En otros tiempos la actividad política estaba diseñada para los adinerados. Hoy parece que está diseñada para los funcionarios. Y los logreros..