El sacerdote Teodoro Fernández tiene repleta su mesa camilla de las Hermanitas de los Pobres de boletines y cartas llegadas desde toda España, de Francia e incluso de Alemania. "Mi mujer vive todavía gracias al padre Cotallo" , revela una de ellas. "Por medio de él, Dios me ha curado de una enfermedad renal y de un cáncer de ovario" , relata otra. "Me hablaron de la caridad del padre Cotallo. Le pedí por mi abuela, víctima de un infarto, la víspera de mi boda. Se curó y me acompañó" , dice una tercera. "Gracias a él pude vender mi casa y evitar un embargo" , recoge una cuarta. "Sembró la paz en mi familia" , subraya una quinta. "Me renovó el contrato en los Ministerios de Alemania" , agradece una sexta.

De Barcelona, de Valencia, de Madrid, de toda Extremadura... Como éstas, cada año llegan decenas de cartas dirigidas a Teodoro Fernández, canónigo archivero ya jubilado, que a sus 93 años sigue siendo la memoria viva del padre José Luis Cotallo Sánchez, el predicador y misionero cacereño más querido y con más capacidad de convocatoria del pasado siglo. "Nadie como él llenaba las iglesias y los conventos. Cuando se sabía que el padre Cotallo iba a hablar, la concurrencia era extraordinaria", recuerda el sacerdote. Pero son muchos los que, tras su temprana muerte, lo tienen además como intercesor en sus peticiones y no paran de solicitar su beatificación y posterior canonización. "En la calle ya está considerado como un beato, como un santo", revela el religioso.

Los reclamos y los donativos para que se abra esta causa no paran de llegar de toda España y del extranjero. Pero los trámites son muy complejos. En primer lugar, el Consejo Presbiteral de Cáceres tendría que aprobar la apertura de un proceso informativo previo, y el obispo formaría un tribunal que redactaría el informe y lo enviaría a Roma, donde el asunto pasaría a manos de la Congregación de la Causa de los Santos. Para ser beato, el padre Cotallo debería presentar virtudes en grado extraordinario. Para ser santo, su intercesión debería haber obrado un milagro. El obispo Ciriaco Benavente ya consultó hace años al consejo presbiteral, y entonces se decidió que no era el mejor momento para abrir la causa.

De Correos al seminario

La huella del padre Cotallo no merma, al contrario, llama la atención la profunda devoción que despierta. "Era un hombre realmente excepcional", afirma Teodoro Fernández, director espiritual del grupo de seglares que promueven su memoria. José Luis Cotallo nació en 1922 en la calle Camberos de Cáceres y tras estudiar bachiller logró un puesto de funcionario en Correos. Miembro activo de la Iglesia, a los 18 años sintió la vocación sacerdotal, lo dejó todo y se marchó a Coria y a Salamanca para formarse. Cantó misa en la iglesia de Santiago en 1946.

Muy pronto ejerció como consiliario de la Juventud Católica. "De cultura amplia y profunda, era un sacerdote de gran personalidad y celo apostólico, dinámico y simpático, que atraía a las masas con su verbo elocuente, con unción, sencillez y conceptos muy claros", recuerda Teodoro Fernández.

En sus 24 años como sacerdote (falleció a los 48 víctima de una enfermedad) recorrió varias ciudades y universidades de España, se marchó a Brasil como capellán de inmigrantes donde dejó una honda huella entre españoles, franceses y americanos, publicó una docena de libros y vivió una vida completamente comprometida con su causa. "Fue una gran esperanza truncada que perdió la Iglesia por su muerte temprana. Ya apuntaba para obispo, y el mismo Llopis lo llegó a comentar", señala el anciano sacerdote. Cuentan que jamás hubo en Cáceres un entierro con tanta concurrencia.

A día de hoy, el padre Cotallo ya tiene un colegio (Diocesano) y una calle que recuerdan su nombre, pero son muchos los que echan de menos altares e imágenes en su memoria.