El convento de Santa Clara de Cáceres se construyó entre 1593 y 1612. Se inauguró el 5 de noviembre de 1614. Lo ocupa la comunidad de monjas clarisas de la Orden de San Francisco, capitaneadas por sor Clara, que no podía tener mejor nombre que el de su fundadora. En la plazuela, a un paso de la calle Fuente Nueva, vivían hasta antes del confinamiento 10 religiosas, ahora residen ocho porque dos se marcharon a ver a sus familiares a Colombia y Kenia y ahora con esto del coronavirus no pueden salir de sus países de origen.

Contrariamente a lo que se piensa, las clarisas no hacen dulces, de ello se ocupan las Jerónimas y las de San Pablo, orden que por cierto tiene a nueve de sus 13 monjas con positivo en covid; ayer se les iba a practicar la prueba serológica para confirmar o descartar el contagio, aunque la diócesis no ofreció información; tan solo dijo que el administrador diocesano «llama todos los días a las religiosas para interesarse por su estado de salud» y que en estos momentos «hay tres que atienden la comunidad».

Las monjas de Santa Clara son contemplativas y se dedican a tareas de costura por encargo, fundamentalmente a la confección de cortinas o faldas de camilla.

Sor Clara cuenta que se encuentran en buen estado de salud, que tienen una pensión y que «gracias a Dios» no están pasando necesidades. «Con lo que nos dan los cacereños y el Banco de Alimentos nos vamos apañando. Además nosotros necesitamos poquito. Para comer, tenemos», cuenta la superiora, siempre amable y cordial al otro lado del teléfono.

Abren su torno hasta las diez de la mañana y hace poco han recibido la visita de José Alvarado, presidente de la Asociación de Reyes Magos de Cáceres (Arema), colectivo que les realizó una donación. La entidad, que tanta ilusión ha llevado a los niños cada Navidad, ahora está haciendo lo mismo ayudando a quienes más lo necesitan. También han entregado pantallas de vinilo al personal sanitario del San Pedro de Alcántara.