El deterioro de la corona circular de plata dorada obligó a la cofradía a guardarla en el almacén durante años. Pero la belleza de esta reliquia de los años veinte llevó a los cofrades de la hermandad a pedir su arreglo. El taller de joyería cacereño Gracor, situado en Moctezuma, fue el encargado de devolverle su brillo dándole un baño de oro. Brillo que lució por primera vez después de muchos años sobre la cabeza de la Virgen en la procesión de bajada, y que volverá a llevar durante su trayecto de vuelta al santuario. Antiguamente era la corona que portaba la patrona en la ermita, pero tuvo que ser sustituida por la de las campanitas , una de las piezas más primitivas de la cofradía.

La circular que ahora se ha restaurado fue elaborada con lo que sobró de lo aportado por los cacereños para la elaboración de la corona de oro y plata --la buena , como la definen los cofrades-- con piedras preciosas como brillantes, zafiros y esmeraldas. Esta es la que luce la Virgen sobre el altar de Santa María. Y es que en 1924, el año de la coronación canónica de la patrona, los cacereños enviaban a diario sus aportaciones y donativos para la corona. De hecho, cada día este diario publicaba hojas y hojas llenas de los nombres de aquellos ciudadanos que quisieron colaborar con la causa. Al final la corona de oro, adquirida por suscripción popular, costó 150.000 pesetas y fue fabricada por el joyero madrileño Félix Granda.