En «¡No digan mentiras!» Escuchada más de una vez de pequeños, es una de esas recomendaciones y guías que acompañan nuestra vida. Podría habérnosla dicho nuestra abuela, al pillarnos con las manos llenas de azúcar y la comisura de los labios manchada, por habernos comido el dulce que no nos correspondía. En realidad, la frase es el consejo del Papa Francisco a un grupo de comunicadores católicos españoles, tras la Audiencia General del pasado miércoles en el Vaticano.

Francisco sabe perfectamente la importancia que tiene la buena comunicación y, además, en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, lanza una idea muy clara: No a las fake news (aunque este término es ya en sí una falacia, porque una información no puede ser falsa y ser noticia a la vez). El Papa alerta de los peligros de los bulos y de las noticias creadas para la confusión, el enfrentamiento, el odio o simplemente para subir audiencia.

Cuando los comunicadores españoles le pidieron un consejo, el Papa les contestó con la frase con la que inicio esta columna: «No digan mentiras». Y lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja, consciente de que, a veces, mensajes que parecen muy sencillos y harto repetidos, calan más que larguísimos discursos.

Decir la verdad es deber del periodista, está en su ADN, y debe denunciar las situaciones que atentan contra ella, así como contra la libertad o los derechos humanos. No debe nunca tergiversar la información, transformarla, para darle más fuerza o más contundencia, si con ello está mintiendo y yendo contra la verdad. La mentira jamás esconde una buena causa.

El lema del encuentro de Delegaciones de Medios de Comunicación de España era: «Fake news y periodismo de paz», y es que, no solo es necesario decir la verdad, sino trabajar para que se imponga en un mundo necesitado de buenas noticias.