Ahora es conocido como el Padre Pateras por el trabajo que realiza en Algeciras con las inmigrantes que llegan por el Estrecho. Pero hace muchos años --casi 30-- cuando trabajaba en el colegio de educación especial Proa en Cáceres y cuidaba de niños discapacitados era el hermano Isidoro.

A la ciudad llegó en 1976 desde Tanger. Recuerda que al principio "nos instalamos en un pisito de la plaza Mayor con 15 niños". Cuenta que la misión con la que vino a Cáceres era concienciar a la sociedad "para que aceptara a los niños discapacitados". El Padre Pateras afirma que esa fue una experiencia pionera, "fue la primera casa que se hizo en España con el objetivo de que los niños discapacitados se integraran en la sociedad o, mejor dicho, para que la sociedad viera que estos niños no eran extraños, sino uno más". Más tarde se trasladaron al colegio Proa. El franciscano todavía recuerda a los alumnos, a los profesores, a la cocinera, la costurera, el personal de talleres. "Eramos una gran familia, una piña, y eso lo echado de menos en otros sitios".

Conserva películas y fotos de los años que pasó en la ciudad y cuando los ojea le emabarga cierta nostalgia. "Los años que viví en Cáceres han sido de los más felices de mi vida".

No olvida sus paseos por Cánovas con los niños, "bueno que eran hombres, porque aunque parecía que tenían doce años eran de 22, 23 o 24". Cuenta que "la gente nos miraba", pero que no le importaba, "porque mi ilusión era que todos nos diéramos cuenta de que había que hacer algo por ellos, y lo hicimos".

El Padre Pateras también recuerda de su paso por Cáceres, la procesión de la Virgen de la Montaña, "bajábamos detrás de ella, con los niños y lo pasábamos fenomenal". Las visitas a la feria de San Fernando o las capeas que organizaban para celebrar el cumpleaños de todos los niños que cumplían años en el mes también siguen en la memoria de este hombre, que reconoce que "siempre añoro Cáceres".

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