Cada uno de los 266 papas que la Iglesia ha tenido a lo largo de la historia han destacado por algo, es verdad que unos más y otros menos, y también es verdad que el comportamiento de unos ha sido más edificante que el comportamiento de otros, con esto lo único que quiero decir es que haciendo un estudio de cada uno de ellos tendríamos un reflejo de lo que ha sido la historia de la Iglesia.

Esto que es algo evidente, se ha seguido manifestado en las personas que se han sentado en la silla de Pedro, desde del Concilio Vaticano II (1965) hasta ahora. He querido hacer esta introducción para seguir destacando el pontificado del papa actual, al cual hemos dedicado ya bastantes de esta humilde columna de los comienzos de semana.

En estos días el papa ha realizado un nuevo viaje, made in Francisco, en concreto a Bulgaria y a Macedonia del Norte, y como todos, ha estado lleno de detalles y notas muy significativas.

Es algo completamente extraordinario que los papas den la comunión en las celebraciones que presiden, no estoy seguro si lo han hecho alguna vez. El papa actual no solo ha presidido la ceremonia de la primera comunión de 242 niños y niñas sino que la ha distribuido él mismo, y en el momento de reflexión les ha dicho muchas cosas, pero sobre todo, les dijo que esperaba que no «fuera esta su primera y última comunión».

Con este deseo el papa ha sacado a relucir su condición de párroco de parroquia de las «normalitas», ¿Cuántas veces en los diálogos sobre los sacramentos, los «párrocos de a pie» hemos dicho estas mismas palabras cuando tratamos sobre la problemática de la pastoral sacramental?

Cuando leí la crónica de la jornada papal, me vino a la mete esta realidad y el “calvario” que supone para algunos las primeras comuniones, tradicionales del mes mayo. Te puedes cansar de repetir a los padres que sus hijos no se preparan para la primera comunión, sino que se preparan para ser buenos cristianos, y que esta celebración es solo un paso más del camino que comenzaron cuando decidieron bautizar a sus hijos. Pero no hay manera.

Cuando uno escribe no se nota el tono con el que lo hace, pero es claro que la cuestión es trascendental, los pastoralitas deben demostrar ingenio y sabiduría para formular nuevos planteamientos de esta realidad.