Ya se sabe que España es grande. Y no lo ha sido más debido a que con excesiva frecuencia hemos tenido en contra los elementos. Ya le sucedió a Felipe II con aquella armada que, a pesar de no haber ganado ninguna batalla, se llama la Invencible. Otras veces ha sido la pertinaz sequía, que hay que ver lo mala que fue. Los elementos surgen ahora para frustrar las esperanzas que los cacereños depositamos en la Procesión Magna. Hay muchas procesiones, pero como la Magna ninguna, y llevábamos diez años sin presenciarla por culpa de los elementos, naturalmente. Este año comenzó a su hora. Lo malo es que terminó antes de lo previsto.

Apenas entró el paso de la Oración del Huerto en la plaza comenzó a llover. Esta situación debió preverse por parte de los responsables, pues todos los pronósticos daban lluvia. Pero en vez de aligerar el paso, la procesión iba más lenta que nunca. Dada las circunstancias pudo acortarse su recorrido y haber cortado por el arco de la Estrella. De haber sido así, cuando comenzó a llover, casi las diez de la noche, los pasos estarían en su casa y no en los aledaños de un bar o bajo un soportal. Parece que la cofradía sacramental de la Sagrada Cena no ha tenido nada que ver. Si acaso se habrán reído.