Ni siquiera los politólogos más desenfrenados de esta nueva promoción de analistas ‘salidos de madre’, se atreven a pronosticar el resultado de la vorágine de declaraciones, contubernios, conversaciones, acuerdos y desacuerdos de los líderes de partidos de ‘centro liberal’, para normalizar a esta España sufridora y algo desesperada; que creyó ingenuamente que todos los problemas se solucionaban sentándose en una mesa, sin pautas ni líneas rojas, y trabajar para que los ciudadanos vieran cómo se ganaban la vida los políticos - ‘sudando la camiseta’- para que en nuestro país se crearan puestos de trabajo destinados a los jóvenes, se subieran los salarios a las clases trabajadora, desaparecieran los desajustes entre ricos y pobres y se asegurasen las ayudas y pensiones a los minusválidos, jubilados, asociaciones benéficas o a las que incentivasen la solidaridad y el socorro a las familias desfavorecidas; cada vez más numerosas en nuestra ‘economía del bienestar’, proclamada por el ‘neoliberalismo’ empresarial y financiero.

Desde que se crearon -allá por los años 44 al 53- las reputadísimas Facultades de Ciencias Políticas, Económicas y Sociología, supieron sembrar un fértil campo de estudios e investigaciones basados fundamentalmente en la estadística y en la previsión de tendencias; mediante la cual, sus licenciados y doctores quedaban capacitados para diseñar el futuro de la nación, con privatizaciones de empresas nacionales, muy inspiradas en las ideas básicas en el catolicismo liberal; teñido de los colores e ideas del Vaticano.

Con la influencia del Opus Dei -sobrevolando cátedras, programas, proyectos y ministerios del ramo- en el País se trazaron Planes de Estabilización, Planes de Desarrollo y Planes de Descongestión Industrial que fueron labrando una España ‘Grande y Libre’- centralista, autoritaria y keynesiana- que situó a nuestro País en los vagones de cola del tren occidental, con opción de ir avanzando hacia la locomotora con arranques, inflaciones, parones y crisis cíclicas que, al menos, consiguieron que la vieja y desgastada España se fuese colocando entre los países desarrollados, con altos niveles de producción y consumo.

Producción, por supuesto, derivada de las grandes corporaciones industriales extranjeras; y consumo muy ligado a los dineros llegados a sus bancos a través de los salarios crecientes de sus trabajadores, emigrados a la Europa Industrial, y de los turistas llegados en tromba - desde el año 1955- para aprovechar el sol y playa español -barato y poco regulado- que se veía en los programas de viajes para ricos, redactados mayoritariamente por Manuel Fraga; el gran Gurú de la ‘almoneda nacional’, que tan amplios beneficios dio a los nuevos empresarios.

Los alumnos de esta nuevas Facultades desempeñaron el glorioso papel de profetas en su tierra, prediciendo los avances y ventajas de una economía liberal; deslegalizada, con libertades e iniciativas que hubieran sido imposibles en la España ‘Grande y Libre’ anterior; pero que eran compatibles con la España realista, que veía en los extranjeros descreídos a consumidores de alto standing; y no sólo ateos degenerados y libertinos, como los había calificado el nacional catolicismo de los años 40.

Hoy, los licenciados y doctores -con abundantes masters y titulaciones- de aquellas Facultades, forman el plantel de líderes que encabezan a los nuevos Partidos aspirantes a ocupar el poder; que defienden las nuevas fórmulas políticas en debates, tertulias y en los puestos de las instituciones legislativas. Posiblemente estemos ante una nueva Transición que nos saque del laberinto de la antigua y nos deje a los ciudadanos de a pie un poco más desnudos frente a las ciclogénesis económicas que se avecinan.