Leía hace un tiempo en ‘El País’ un magnífico artículo de Juan Cruz sobre el anonimato que abunda en las redes sociales y que, dicho sea de paso, es el de mayor cobardía. Escribía Cruz cómo, por ejemplo, «en la vida analógica (la de los periódicos de toda la vida) no son posibles las cartas anónimas, los comentarios con seudónimos ni, por supuesto, los insultos. Pero tanto en los medios digitales próximos o entrañados con los diarios analógicos (o de papel, como este mismo en el que trabajo) como en las redes sociales propiamente dichas, el reino del anonimato, el insulto y el seudónimo ya gobierna con una prepotencia que parece invencible. Y es una pena».

Me está ocurriendo esto mismo con esta sección, en cuya versión digital suelen aparecer comentarios firmados por seudónimos; los más habituales se hacen llamar ‘Pagafiestas’ y ‘El Quijote’. El primero arroja lindezas tales como: «¡Qué nivelazo el de este manipulador!, disimuladamente tan escorado a la izquierda como el presentador-basura» (pregunta al aire: ¿por qué se sigue utilizando en este país la ideología, admitida en el marco constitucional, como insulto?) o «Croniquilla semanal de lo más cursi y pueblera, con publicidad encubierta. Da vergüenza leerla» (pregunta al aire: ¿no son los periódicos entes privados que dignamente viven de la publicidad?, porque la empresa editorial crea puestos de trabajo y habrá que pagar las nóminas, digo yo).

El segundo, El Quijote, siempre incide en la misma cuestión: «Otro articulo más donde no cuentas ni dices nada, solo tonterías. Tienes mucha suerte de que te paguen por escribir esto» o «Que te paguen por escribir estas sandeces es algo increíble». Sabemos que vivimos en un mundo donde las grandes compañías son dueñas de nuestros datos, donde la privacidad es una guerra perdida y donde en un futuro más inmediato de lo que creemos solo tendremos derecho a un reducido espacio de intimidad. Por tanto, ya que nuestros dispositivos están controlados, sería muy sencillo desenmascarar a estos anónimos o establecer las medidas legales convenientes para que cesen en su ataque verbal, absolutamente injustificado.

En esto del periodismo debo admitir que hay mucho de subjetividad, de manía hacia el periodista y, por supuesto, de verdad en la medida en que algunos de mis artículos se escribirán con mayor o menor acierto y otros serán directamente una mierda. Pero eso ocurre en todas las facetas de nuestra vida y en todas las profesiones

Lo importante es que, hagas lo que hagas, lo hagas desde la humildad, desde el deseo de aprender y sobre todo desde el respeto. Sin olvidar, por supuesto, que el periodismo es un sano vehículo de denuncia social, de defensa de la libertad y los derechos, que intenta todos los días contribuir a la creación de un mundo mejor. ¿Debería ser obligatorio identificarse en las redes? Obligatorio no lo sé, pero sí ético. No puedes reclamar libertad sin que eso implique responsabilidad sobre tus actos.

25 semanas con ustedes

Escribo todo esto el día en que esta sección cumple 25 entregas. 25 semanas con todos ustedes. Soy, sin duda, afortunado. 25 es una fecha tan importante que había que hacer algo para celebrarlo. De modo que El Quijote, fíjense ese anónimo que nada tiene que ver con el personaje más universal de nuestra literatura, me hizo pensar en el autor de esta obra maestra, Miguel de Cervantes. Así que lo festejé yéndome a Salamanca, la ciudad donde Cervantes estudió y vivió.

Decía El Quijote verdadero y no el anónimo de nuestra web, que «el ver mucho y leer mucho aviva los ingenios de los hombres». Y qué cierto es. Vivimos encerrados en nuestra burbuja cacereña y es bueno salir de ella para que nuestra alma se ensanche. Salamanca, 19.30 horas: la calle Toro parece Tokio. Una muchedumbre pasea, inunda las tiendas, llena las cafeterías, los bares. Gentes de todo tipo y condición, mezcla de culturas... Y eso que escribe ‘La Gaceta’ que el número de universitarios ha descendido; ¡quién lo diría! Un hombre toca ‘Yesterday’ con su violín. Ni en Womad hay tanta gente como esta tarde en Salamanca. Llego a la plaza Mayor, un grupo de chicas están de fiesta. Les hago una fotografía: «5 euros la foto», grita una de ellas, y todas ríen a carcajadas.

Entro en un bar, hay pan de tahona y cereales, aceite y jamón de Guijuelo que hacen un maridaje perfecto. Llega la noche, me meto en un garito a dos pasos del Hotel Monterrey, místico y coqueto, y allí conozco a un camarero cuyo hermano jugó en el Jaén y era tan bueno que lo llamaban Kubala, como ese grande del Barça con el bromeábamos en la escuela con una canción, hoy seguramente censurable, cuya estrofa decía: «Silencio en la sala, que viene Kubala con una chavala que tiene las tetas como una campana». ¡Vaya mandoble me pegó el padre Jurado cuando me cazó subido al pupitre entonando esta copla antes de empezar la clase de Francés!

Quise seguir creciendo y terminé mi viaje en el Jerte. El espectáculo del cerezo en flor debería formar parte de nuestro bitácora. En Navaconcejo paré en un bar de carretera. Se llama Venta Isabel; platos combinados a 6 euros y Estrella Galicia a 1,50. Tienen una peña del Atlético de Bilbao. Por la espera me invitaron a una ronda: era la primera vez que me ocurría algo así. Ole por ellos. Detrás del bar, un puente, y ahí, delante de mis ojos, el paraíso: el río, sus cascadas, oleaje en plena naturaleza. Sí, esto es Extremadura y es mágica.

Es hora de volver a Cáceres. La miro y pienso: claro que nos faltan cosas, pero hay que trabajar juntos para mejorarla. Un amigo me ha hablado del Bar El Edén, que está en la calle Trajano, en el barrio de la plaza de Italia. Lo lleva desde hace tres años y medio Manuel Arroyo Carmona. Tiene los tercios a 1 euro y hay raciones desde 6 que no se las salta un galgo. Allí leen el Extremadura, que para eso todos los días Manolo lo compra. Por cierto, en mes y medio se traslada a la avenida de las Lavanderas, en Aguas Vivas. Hoy es él uno de los merecidos protagonistas de esta página que, obviamente, debo cerrar con un guiño a esos anónimos que cada sábado siguen esta serie. Y lo haré, como no podía ser de otro modo, con un doblete de Cervantes: ‘Oh, envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes’ y esta otra cita que aparece en un diálogo de la película ‘El Quijote’ de Orson Wells: «¡Nos ladran Sancho!, señal de que avanzamos».