Al historiador cacereño Fernando Jiménez Berrocal le apasiona hablar de Juana Elguezabal Leguinazabal, la fundadora del segundo teatro que tuvo la ciudad hasta principios del siglo pasado junto al solar del demolido colegio San Antonio en la calle Margallo. Su investigación sobre la trayectoria de esta vizcaína que llegó a Cáceres en 1860 para ayudar a su tío, el rico notario Saturnino González Celaya, entronca con la historia del Variedades, como se llamó aquel teatro fundado por Juana en 1886.

La desaparición del inmueble ocupado por los franciscanos ha dejado al descubierto el pabellón de las escuelas del Vicente Marrón, cerradas en la década de los 80 y que ocuparon el solar donde estuvo el teatro hasta finales de 1914, cuando empezó a derribarse.

Fernando Jiménez, que prepara un trabajo de investigación más ambicioso sobre el teatro en Cáceres, recuerda aquella época, en el tránsito del XIX al XX, "como un momento en el que las mujeres no se dedicaban a las cosas de Doña Juana", capaz de construir un teatro para hacer competencia al Principal. el único que por aquel entonces existía en la capital y que, desde la apertura del Variedades, tuvo que llevar nombre para diferenciarse de él. Ambos estaban cerca: al Variedades se entraba por las calles Nidos y Margallo, y al Principal por la de Peña.

Una figura singular

Y es que Juana Elguezabal no pasaba desapercibida en aquella "sociedad cambiante", como la define Jiménez Berrocal que ya ha contactado con familiares para tratar de obtener más información y alguna imagen suya. Pero su pista no está siendo fácil de seguir ya que no tuvo hijos. "Era una mujer de gafas gruesas a la que se la veía extraña porque era de fuera y vino a cuidar de su tío", destaca.

Su ruptura con los convencionalismos de la época se hicieron patentes en la programación que exhibió. "El Variedades fue algo más que un teatro", recuerda el investigador. Las primeras exhibiciones del cinematógrafo Lumiere, obras teatrales de toda índole y mítines son los mejores ejemplos de ello. "El Variedades acogió el primero de la sociedad obrera que sentaría las bases de la futura Casa del Pueblo, lo que no fue óbice para otros mitines de los ultraconservadores mauristas o de los reformistas liberales de Melquíades Alvarez", subraya el experto.

Ahora la actualidad ha querido que vuelva a salir a la luz. El testamento de Juana Elguezabal --murió en 1914-- dejaba escrito que los terrenos se cedieran a la obra pía de Vicente Marrón. Aquel teatro de un sola planta, con un marcado aspecto de circo, un graderío de piedra en semicírculo y un amplio patio de butacas fue demolido para hacer las escuelas de las que aún se conserva el letrero.

Jiménez Berrocal asegura que aquella rara empresaria de la calle Margallo quiso mejorar así el nivel educativo de los niños cacereños y que en su testamento quedó bien reflejado que esos terrenos debían destinarse para hacer un centro educativo. A Juana la intrahistoria cacereña le debe un lugar por su valentía por hacer una sociedad mejor.