Leo en nuestro periódico que se va a abordar el estudio de la repercusión socioeconómica de la Semana Santa. Una gran idea, pues se trata de uno de los principales acontecimientos que se celebran aquí y es necesario tener datos fidedignos de su repercusión que pongan de manifiesto el grado de satisfacción y propicie programas de desarrollo con el fin de aumentar su rendimiento. Así pues, sabremos su influencia en el turismo y en los beneficios que obtendrán los múltiples negocios que van asociados a él, así como el montante económico supone para Cáceres.

La sorpresa viene cuando uno se entera de quien propone tal estudio y se dispone a llevarlo a cabo: la Unión de Cofradías. Uno es tan ingenuo que suponía que un estudio socioeconómico sería cosa de la Cámara de Comercio, del círculo de empresarios o incluso del ayuntamiento, mientras que la Unión estudiaría la repercusión religiosa, que es lo suyo. Puesto que las competencias de la Unión se reducen a las procesiones y no contemplan los oficios y otras prácticas de la religión católica durante esos días, las que por cierto no aportan nada a la economía y me temo que importen un pepino a la mayoría de los turistas, deberían estudiar si como consecuencia de las procesiones la iglesia católica cacereña es más cristiana, si los cacereños son mejores ciudadanos, si son más honestos...

Con este tipo de actuaciones están reduciendo la práctica religiosa a un acontecimiento que debe ser promocionado por sus beneficios económicos y eso es muy peligroso, no solo porque lo convierte en un evento como otro cualquiera de carácter folclórico, que quizás debe pertenecer a la antropología y no a la teología, sino porque será susceptible de ser sustituido por otro más rentable económicamente.