De las muchas romerías que existieron en la capital cacereña solamente quedan tres con una numerosa presencia de público.

La de la Montaña es la más populosa y se extiende por todos los campos cacereños. La de santa Lucía es jaracandosa, familiar y polvorienta en el peor sentido, pues el camino deja mucho que desear y los automóviles sufren para superar el paso a nivel.

Pero la romería de san Blas ahora ya no es lo que era antes, pues aunque es muy numerosa, está deviniendo en una pequeña feria de pueblo.

Cada año desciende el número de romeros ataviados con los trajes típicos y son minoría los niños y niñas que portan el disfraz correspondiente, que en esto de las romerías puede ser el traje cacereño, el montehermoseño, el de sevillana o el de concejal.

Como ahora los infantes no salen a lucir y cuidar un traje ocupan todo su tiempo en las atracciones feriales. Si queda espacio, no hay nada mejor que trasladar algún puesto del mercado franco que compita con los pestiños, aunque sea vendiendo los dulces típicos de Navidad.

De manera que la mesa con los dulces del santo tiene mucha competencia. Los adultos suelen optar por los trajes regionales, no puede haber romería sin Redoble, las filas para adquirir roscas y cordones y una visita al santo.

Puesto que se trata de un buen escaparate no puede faltar nunca la retahíla de políticos. Y así puedes ver al candidato de Izquierda Unida, Víctor Casco, con unas roscas. Tampoco faltó Carmen Heras con su esposo.

Los concejales del Partido Popular están casi en pleno, pues ya se sabe que Saponi toca el cornetín y todos deben acudir para actuar de coristas en aquellos actos que considera los más importantes de esta ciudad.

Como por ejemplo visitar un escaparate. Supongo que todos comprarían un cordón de san Blas para que les preserve la garganta durante la campaña electoral.

Una pena que no vendan tapones para los oídos.