A San Antonio se le considera un santo muy milagrero. Los cacereños que confían en él lo buscan para solicitarle favores y milagros que guardan relación con la salud, el amor, la recuperación de cosas perdidas, la protección de los animales o el éxito en los exámenes, a cambio de limosnas y otros donativos. Ayer, como cada año en estas fechas, decenas de cacereños devotos a su imagen disfrutaron con alegría de la fiesta de San Antonio, una de las más tradicionales de la ciudad.

Por la mañana se celebró una misa en la ermita, situada en medio del barrio judío cacereño y por la tarde, hacia las 19.30 horas, las mujeres sacaron en procesión al santo, engalanado con lirios, azucenas y rosas, para llevarlo hasta San Mateo, donde se celebró una eucaristía en su honor.

Seguido en todo momento por numerosos fieles en procesión, San Antonio bajó por la cuesta de Hernando Pizarro hasta llegar a la plaza de las Candelas. Desde aquí subió por las calles San Ildefonso y La Consolación hasta la plaza de Las Claras donde, como es tradición, las mujeres que portaban la imagen de San Antonio la giraron hacia el convento de clausura y bailaron al santo para las monjas. Después, tras cruzar la Puerta de Mérida, el último tramo, el ascenso por la calle Ancha hasta la plaza de San Mateo. Tras la misa fue el retorno a la ermita y todo ello acompañado de la canción de Los Pajaritos , que este año entonó una charanga de la capital pacense.

Una vez en la ermita se llevó a cabo el besacordón, otra de las tradiciones de esta fiesta, y es que a San Antonio en lugar de besarle el pie o el manto, como se hace con otras imágenes, hay costumbre de besarle el cordón, para pedirle después los deseos.

A la celebración asistió el mayordomo de la cofradía, Santos Benítez, devoto de San Antonio desde que nació. "Recuerdo que en mi época de estudiante, antes de ir al colegio (estudió en el San Antonio de la calle Margallo) venía a la ermita y ayudaba en la misa. Lo hacía todos los días", recuerda Santos Benítez. De hecho la devoción a este santo se la debe a su familia: Su bisabuelo, Santos Floriano, fue mayordomo desde 1900 hasta 1925, después lo fue su tío abuelo, Pablo Floriano (1925-1980) y finalmente su padre y su madre, Manuel Benítez y Pilar Floriano (el primero desde 1980 hasta 2008, cuando falleció, y su madre continuó hasta 2012, cuando murió).

También asistió a la fiesta Visi, que reside justo al lado de la ermita y se le conoce como la santera de San Antonio porque es la que se encarga día a día de mantenerla limpia, abrirla y cerrarla. Ella seguirá cuidando de San Antonio y del templo esperando, deseosa, el regreso de los fieles y devotos para el próximo año.