El domingo, 24 de enero, el Paseo Alto volverá a vestirse de largo. Y lo hará con una de las fiestas más típicas del calendario cacereño: los Santos Mártires, festividad que se celebra en honor de San Sebastián y San Fabián, no solo con el propósito de honrar a los dos santos que murieron por defender a los cristianos sino en agradecimiento por las buenas cosechas que los agricultores recogían en el campo.

Como cada año, el ayuntamiento, la hermandad y la parroquia de San Blas se unen en la celebración de la explanada del Paseo Alto, que esta vez confía en reunir a 7.000 personas y que pondrá a la venta 3.000 roscas y 100 kilos de patatera de Arroyo de la Luz, a 1 euro la unidad, además de los productos que se ofrecerán en la mesa de ofrendas.

Pedro Muriel y Joaquín Casco, miembros de la hermandad, acudieron ayer al ayuntamiento a detallar el programa de actos. Lo hicieron junto a los concejales de Infraestructuras y Asuntos Sociales, Miguel López y Marcelina Elviro. La programación se iniciará en torno a las 12.15 con la celebración de la misa de campaña cantada por el grupo Alborada y que oficiará el párroco de San Blas, Antonio Pariente.

Después actuará un grupo folclórico, no se sabe si podrá ser El Redoble u otro, dadas las apretadas agendas que este tipo de grupos tienen llegadas estas fiestas donde en muchos pueblos extremeños se celebra San Sebastián. A continuación comenzará la mesa de ofrendas y la venta de roscas, vinos, tapas y productos de la tierra. Lo que más se cotiza en la mesa de ofrendas son el lomo y el jamón. Una paleta suele arrancar en la puja con un precio de salida de 40 euros, ha habido años que por una paleta se han llegado a pagar hasta 70.

Muriel y Casco explicaron ayer que cada año el dinero recaudado se destina a un fin diferente (en una ocasión, por ejemplo, se ayudó a una escuela en Perú), aunque hay que tener en cuenta que a veces la recaudación no es la esperada puesto que al producirse un descenso de donaciones de productos a la mesa de ofrendas, es la propia hermandad la que tiene que costear parte de esos productos por los que luego se puja.

La hermandad es la que mantiene el fervor popular mientras el ayuntamiento se encarga del mantenimiento del templo, dado que aún sigue sin estar claro si la titularidad del mismo debiera ser del Obispado. Por eso, el consistorio limpia el entorno, blanquea la fachada, este año de momento respetada por los grafiteros, y cuida del tejado, por cierto en muy malas condiciones. "Se arreglará", aseguró ayer Miguel López.

La tradición

La antigua ermita de los Santos Mártires estuvo en sus orígenes en lo que hoy es la plaza de toros, en unos terrenos que eran propiedad de la familia de Juanita Franco, mayordoma actual de la hermandad. El templo se levantó con los fondos que el ayuntamiento recaudaba de las multas que ponía a los ganaderos cuyas cabezas de ganado no cumplían con la ordenanza municipal, que data de 1466. En 1573 hubo un acuerdo para terminar la capilla y un año después concluyeron los cinco arcos exteriores hechos de cantería.

Esa ermita se derribó en 1852 y en su lugar ahora luce la plaza de toros, que precisamente se llama Era de los Mártires por estar asentada en la antigua era donde trillaban los labradores y a cuyos pies se levantó la ermita que honraba a San Sebastián y San Fabián. En su lugar, en 1856, se construyó la nueva ermita, de mucho menos valor arquitectónico porque se hizo con adobe.

Juan Pérez Hernández, tío abuelo de Juanita Franco, fue uno de los hombres que más hizo por esta fiesta y por la ermita. Tenía una empresa constructora, un taller de carros y carpintería y era el mayordomo de la hermandad. Aportó mucho al mantenimiento de la tradición, pero la guerra y la posguerra acabaron por hacer desaparecer la costumbre. Pese a todo, Cáceres nunca dejó de celebrar la misa del 20 de enero.

Cuando Juan Pérez falleció se hizo cargo de la ermita la parroquia de Santiago (luego pasó a San Blas). Nena Guerrero, que era directora de la guardería del Paseo Alto, siempre se ocupaba de llevar a los niños a celebrar los Mártires. En 1980 Juanita Franco se animó a continuar la tradición que con tanto mimo mantuvieron sus antepasados. Y hasta ahora.

Precisamente ayer la concejala Marcelina Elviro hizo referencia a esa tradición al recordar cómo durante la guerra y la posguerra muchas de esas costumbres se paralizaron ante la falta de medios económicos y la fuerte emigración. Llegada la Transición, las mujeres sacaron los refajos de los baúles de sus abuelas y se reencontraron con su identidad. El 24 de enero, Cáceres volverá a abrir ese baúl.