Santos Benítez Floriano (Cáceres, 3 de junio de 1957) pronunciará el pregón de la Virgen de la Montaña el próximo 16 de abril. Biznieto y nieto de mayordomos de la cofradía, afronta con ilusión y orgullo esta responsabilidad. Nacido en la cacereña calle de Caleros y hermano de carga de la patrona, este licenciado en Geografía e Historia, funcionario de la diputación, director del centro de menores Julián Murillo y de la revista Ars et sapientia , reflejará en el pregón su devoción mariana, marcada por un grave accidente que lo mantuvo al borde de la muerte cuando sólo tenía 16 años.

--¿Qué significa para usted ser pregonero de la Montaña?

--Como cacereño y hermano de carga de la Virgen representa una enorme satisfacción y también me infunde un gran respeto el poder representar a todos los cacereños y a la ciudad en esa gran oración a la Virgen de la Montaña que para mí representa el pregón.

--¿Cómo lo estructurará?

--Lo he dividido en cinco partes fundamentales, al margen de una introducción y una despedida. Dentro de esas cinco, hay tres que específicamente las dedicaré a hablar de la bajada, la subida y la novena. Los otros dos apartados, más extensos, los dedico a lo que representa la devoción de Cáceres a la patrona y lo que supone la cofradía para los cacereños. Quizás esta es la parte más novedosa, porque despejo lo que es la cofradía, los hermanos y lo que realmente supone para la ciudad. Además, le pido a la Virgen de la Montaña para que interceda por todos los cacereños, bebés, niños, jóvenes, mayores, inmigrantes o los que tienen algún problema social.

--¿Considera que la figura de la Virgen tiene actualidad en la sociedad en que nos movemos?

--En el pregón digo que la devoción a la Virgen de la Montaña está por encima de la del resto de imágenes religiosas. Existe una gran identificación de la ciudad con la patrona y es muy muy difícil separar ambas cosas. No se entiende la Virgen sin Cáceres y Cáceres sin la Virgen. Y creo que la imagen de la Montaña está totalmente de actualidad. Cáceres crece y la devoción sigue creciendo sin perder un ápice de actualidad.

--¿Qué vivencias ha tenido relacionadas con la Montaña?

--Hasta hace poco yo era el niño que se cayó en la Montaña. El 1 de septiembre de 1973, aprovechando que unas amigas estaban comiendo en el santuario, subí con una bicicleta prestada, pese a que mi madre me advirtió de que no lo hiciera a consecuencia del fuerte viento que hacía ese día. Fue precisamente ese viento el que me llevó contra el petril y salí disparado hacia el vacío. A la residencia llegué clínicamente muerto y estuve durante tres meses y medio en el Hospital La Paz de Madrid. Siempre digo que si mi madre me dio a luz, la Virgen me volvió a engendrar. Creo que gracias a la Montaña estoy aquí y que ha llegado la hora, después de 32 años, de agradecérselo.

--¿Qué momentos destacaría de los actos de la Montaña?

--El impresionante recibimiento en la plaza Mayor, la presentación de los niños, los días dedicados a los enfermos y la familia o la suelta de palomas en Santa Carlota.