Debo señalar que la Semana Santa se conmemora en la mayoría de las ciudades de España con más o menos espectacularidad; simboliza lo que el pueblo siente y venera. Fue precisamente en España donde la doctrina de Jesucristo fue escuchada en las primicias evangélicas, por las predicaciones de Santiago y de San Pablo, prendiendo bien la semilla de la Fe a lo largo de los siglos. En el siglo IX la Iglesia estableció con carácter universal que la Resurrección del Señor debía celebrarse en el primer domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo. Fijada así la conmemoración gloriosa y con arreglo al relato evangélico situó en ellos la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Así fue como nació la Semana Santa.

Durante esos días se establece un camino muy nítido que nos permite acompañar al Señor desde la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén hasta el sepulcro vacío, pasando por la entrega de su cuerpo y sangre en la eucaristía, el mandato nuevo del amor o la expectante vigilia de la Virgen Dolorosa, la Iglesia celebra una venerable liturgia enraizada en los primeros siglos de la ciudad de Jerusalén.

A finales del siglo XIX se descubrió en un monasterio italiano un manuscrito que se llamó «Itinerario» firmado por una mujer llamada «Eteria» o «Egeria», que describía un viaje a lo que hoy llamamos Tierra Santa que la protagonista realizó durante varios años del siglo IV. En él describía la liturgia jerosolimitana de la Semana Mayor, que es como llama a la Semana Santa, explicando el origen de algunos ritos que se conservaban pero sin saber exactamente de dónde venían. Una sucesión litúrgica de los hechos de Semana Santa muy cercana a la descripción de «Eteria» en su «Itinerario».

Es emocionante que sigamos celebrando la misma liturgia de la Iglesia de Jerusalén después de tantos siglos, la cual también está cargada de notables expresiones de piedad popular. España fue uno de los lugares del mundo cristiano que acogieron la Semana Santa con un mayor entusiasmo y con un más encendido fervor y Cáceres es un ejemplo claro de ello.

En Cáceres se tiene constancias documentada de celebrar desfiles procesionales ya desde el año 1609; procesiones con imágenes que recorrían las calles empedradas de la vieja villa, para orar ante los sagrarios de las distintas parroquias, donde se entonaban los salmos Miserere.

En la actualidad la Semana Santa de Cáceres está declarada desde el año 2011 de Interés Turístico Internacional por la larga tradición de fe y espíritu cofradiero que se remonta al siglo XV; por el patrimonio imaginero de un valor artístico incalculable, con cuatro joyas del siglo XIV; con un estilo propio «el cacereño», donde se carga en algunas procesiones a hombros y en otras a costal; variedad en hábitos, en estilos artísticos de la imaginería, etc. Pero el aspecto más significativo es que la mayoría de los Desfiles Procesionales discurren por la Ciudad Monumental declarada por la UNESCO en 1986 Patrimonio de la Humanidad.

Diecisiete Cofradías, Veintitrés Procesiones, Cincuenta y Dos Pasos de Cristos, Vírgenes y Misterio, y más de quince mil cofrades participando en esta espectacular Fiesta Religiosa de la Ciudad de Cáceres.